Primera muerte

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En la mañana antes de Halloween, hombres y mujeres del Pueblo encontraron los cadáveres ahorcados de tres personas. Los tres se balanceaban, colgados y parcialmente cubiertos de nieve, en el Árbol de ramas gruesas y resistentes.

Pobres de aquellos que lo han presenciado.
¿Pobres las familias de aquellos ahorcados...?

Al primero que bajaron fue al banquero. El tipo tenía nariz aligüeña y una expresión de constante asco que ni la muerte pudo arrebatarle. Era flaco y esmirriado, y vivía solo con su hermana en una choza en el centro del pueblo. Presentaba fuertes cortes en la espalda que cruzaban su espalda. Diez cortes, aún rojos, rojos como la nieve que le cubría las heridas. Tenía, además, un golpe con sangre seca en la cabeza. Dentro de su boca encontraron billetes y monedas, con lo que de seguro de asfixió. Su traje polvoriento dejó de ser blanco y negro para pasar a ser rojo y negro. Su cadáver lo bajó el Carnicero, mientras la hermana del banquero no se lamentaba lo más mínimo.

Contando el dinero, un golpe escuchó.
No abrir la puerta, eso pensó.
Con la nariz en los billetes, contando siguió.
Pero la puerta, no desistió.
-¿Quién es? -el banquero preguntó,
y del otro lado, una voz contestó:
-Soy tu hermana, ábreme, por favor,
que hace un frío muy atroz.
El banquero sospechó,
y por éso preguntó:
-¿Qué te pasa, hermana?
¿Por qué voz está tan rara?
La hermana tosió, y al rato contestó:
-Estoy resfriada, me duele hablar,
y si no me abres, me voy a congelar.
Además traigo el dinero, que me dio la Vieja
por cuidar su nieto.
Dinero, el banquero pensó, y en su mirada
un nuevo brillo apareció.
-Ya te abro. Espera, hermana,
espera a que encuentre las llaves de casa.
Pero las llaves no buscaba, sino que su dinero
bajo su almohada enterraba. La hermana no sabía,
claro, y todos los días recibía menos pago.
Sin embargo, la suerte cambió,
porque cuando el banquero la puerta abrió...
Una sorpresa el avaro halló,
Y una vez dentro de casa, la muerte encontró.
Un golpe contra el escritorio y su sentido perdió.
Atado a una silla, así se vio, y en cuanto a su atacante...
Éste un cuchillo tomó.
No valieron las súplicas, sobornos o gritos del banquero,
pues su atacante, en su garganta,
lo había callado con un fajo de dinero.
Tomando el cuchillo, hizo su obra,
diez pinceladas, largas y cortas.
Y así murió el banquero, de dolor y atragantado por su mismo dinero.

Los 3 AhorcadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora