El segundo cadáver que descolgaron fue el del veterinario, y lo descolgó el Zapatero. Había muerto con una expresión de espanto nunca antes vista en él. El veterinario vivía en el límite del pueblo con su familia. La hija del veterinario, que tenía ocho años, miraba con una sonrisa en su cara. Su madre, suspirando de tranquilidad, le tomaba la mano. El cadáver presentaba múltiples quemaduras en todo su cuerpo con forma de herradura y un gran golpe en la cabeza. Además, el asesino se aseguró de humillarlo, escribiendo con un cuchillo la palabra <<culpable>> en la frente del hombre y cortando su lengua y miembro. La sangre le caía por la cara y le manchaba por completo los pantalones. Vestía vaqueros y una camisa polvorienta, que pasó del blanco a estar salpicada de rojo.
El veterinario a una granja fue,
pues un caballo una pata se fue a romper.
Llegando al lugar, con el granjero habló, y éste le dijo,
con fiereza al doctor:
-Iba al bosque, usted ya vio, y por baches pasamos los dos.
Quería llegar a casa, pues estaba por llover,
y al forzar al caballo, éste nos hizo caer.
Mientras el granjero hablaba, los ojos del doctor miraban
a una dulce niña que en el establo se escondía.
Cuando el granjero terminó, el doctor se encaminó.
Llegando al establo, el doctor cerro la puerta,
y una sonrisa falsa forzó una mueca.
El semental relinchó, la niña estaba junto al caballo.
Ésta lo miraba, dudosa de tocarlo.
El veterinario se acercó, con aire confiado,
y le dijo a la niña, con tono practicado:
-Hola, chica, soy el Veterinario.
Vengo a ver al caballo y curarle la pata,
así que tranquila, que termino enseguida.
La niña sonrió, y al poco rato,
el doctor su confianza tomó.
Una vez visto el animal, el doctor sonrió de lado.
-Si quieres, puedes acariciarlo.
Tomo la mano de la niña y la guió por la crin,
pero demasiada confianza nunca tiene buen fin.
Al poco rato, una amenaza bastó,
para callar cualquier acusación.
Llegado a su casa, el veterinario no vio a su familia,
la choza estaba silenciosa y curiosamente fría.
La puerta, sin embargo, sola se cerró,
dejando al veterinario solo con temor.
Una figura apreció, saliendo de una habitación,
y el veterinario, gran miedo sintió.
Su agresor empuñó un palo,
y sonriente, esperó al veterinario.
Éste no se movió, sino que se arrodilló,
y rezando, a su atacante rogó.
Un golpe en la cabeza y el doctor suspiraba,
momentos después, amarrado a su cama.
De muñecas y tobillos lo habían atado,
y aunque trataba, el nudo no desataba.
Su atacante tomó una navaja, y con fuerza
una palabra pintó en su frente.
Como vio que gritaba, la navaja usó,
y así la lengua, de su boca salió.
Mientras gemía, el hierro usó,
una y mil veces, su cuerpo calentó.
Antes de terminar, una última lección,
y con la navaja, al doctor castró.
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Los 3 Ahorcados
Short Story3 cadáveres son encontrados colgando de un árbol, cada uno muerto de una particular forma. ¿Quién será el asesino?