Capítulo 16

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Capítulo 16

El cielo resplandecía más que cualquier otro día, no sabía si era a causa del clima o porque veía todo con una nueva perspectiva debido a mi acompañante. En un principio estaba molesta con Edward por no haberme dicho que me traería a Los Ángeles, pero todos mis reclamos se esfumaron cuando el sol acarició mi piel.

En Washington el sol se ve muy pocas veces y esto era algo que quería aprovechar. Jacob me llevó varias veces a La Push, pero en ese lugar no se conocía el sol, siempre estaba nublado y era difícil apreciar la playa cuando las gotas de lluvia humedecían mi visión.

—Esto es perfecto —murmuro tirándome en la arena.

—Lo sé —responde Edward tirándose a mi lado.

Al parecer, Edward lo tenía todo planeado desde el principio. Cuando bajamos del auto vi que él se dirigía a la cajuela para sacar algo de allí, había traído una canasta típica de día de campo con varias cosas en su interior. Al llegar a la arena me había ofrecido una toalla delgada pero me negué dejándome caer en la cálida arena.

Era diferente a las otras veces que habíamos estado allí, empezando por el hecho de que el sol le sentaba muy bien al mar. La luz de la luna hacía que el agua brillara y pareciera casi irreal, mientras que los rayos del sol me daban una vista increíble al interior del mar y se veía mucho mejor cuando una ola se rompía provocando que la espuma centelleara.

—Me retracto completamente de todo lo que dije en el camino —cierro los ojos y respiro profundamente—. Gracias por traerme aquí.

No me había dado cuenta de lo mucho que extrañé Los Ángeles. Aunque las calles estaban llenas de recuerdos, algunos buenos y otros malos, la verdad es que valía la pena regresar. Santa Mónica era un lugar mágico y mi playa favorita, estando allí me sentía libre.

— ¿Y bien? —inquirió Edward. Abro los ojos y fijo mi mirada en él—. ¿Entraremos otra vez?

Tardo apenas unos segundos en darme cuenta de a qué se refiere. Desvío la mirada de él y veo la playa, tentadora y exquisita. No he traído ropa para cambiarme pero la idea de Edward suena tentadora.

—Debiste decirme que vendríamos aquí. No tengo un cambio de ropa —le explico.

—No lo necesitas.

—No es una playa nudista. Además hay mucha gente como para intentar eso otra vez.

Él no insiste más y ambos nos sumimos en un silencio que no es para nada incómodo. Parece que Edward quiere dejarme disfrutar de este momento a mi manera.

— ¿Qué le dijiste a Jacob? —lo miro sin comprender—. Al venir aquí. ¿Qué le dijiste?

—Nada. No hablo con él por ahora —paso una mano por la arena.

—Hablé con Eleazar, creo que puede ayudar a Jacob —informa no muy convencido—. Pero debe leer el expediente de Jacob, conocer más sobre su caso.

Me limito a asentir en comprensión. Aún no sé cómo demonios voy a explicarle a mi esposo que mi ex se ha ofrecido a ayudarnos con el trasplante. Mi última conversación con él no terminó muy bien y me da miedo contarle sobre esto.

Bajo la mirada al recordar las palabras de Jake, su miedo por ser remplazado por Edward. La culpabilidad me invade casi al instante. Mientras Jacob esta en casa con un corazón inservible yo estoy con Edward pasándola de lo lindo en la playa. Yo debería estar al lado de mi marido dándole apoyo en estos momentos difíciles.

Pero no podía evitar sentirme molesta con Jake por haberme ocultado la gravedad de su enfermedad. Nunca tuvimos secretos entre nosotros, y me dolía saber que Jacob no confiaba en mí lo suficiente para decirme lo del trasplante.

All you never say ||Resubiendo||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora