Capitulo único

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Una mañana desperté deseando estar muerto...

Como en la metamorfosis de Kafka, un día simplemente desperté distinto, cambiado, el niño que toda su vida quiso ser independiente y fuerte ahora se hallaba deseando hallar la muerte en lo más profundo de su conciencia e inconciencia, porque incluso en mis sueños el grito desesperado de mi garganta pedía como una última suplica que me reventaran la cabeza a machetes.

Creo que influyeron varias cosas, sin embargo. Porque por más que los días anteriores me repitiera que pronto volvería a ver la luz del sol, ahí me encontraba yo al día siguiente aun encerrado en esta habitación escondido del mundo, apartado, olvidado.

¿y mi gente? ¿mi pueblo? ¿Cómo estarían? ¿podrían acaso soportar una vez más un golpe como el que habíamos recibido? Por cada día un nuevo moretón, una nueva dolencia, un ligero y largo corte en el corazón. A veces solo deseaba ver una vez más esa luna que tanto nos acompañó, ese sol que tanto nos consentía, esa estrella única y solitaria que susurraba canciones de cuna y que habíamos plantado en la bandera. En mi bandera, la bandera de mi pueblo.

Mentiría si no supiera de antemano que algo como esto ocurriría. Primero esas extrañas conductas en el parlamento...luego guerras, crisis, desamparo, la industrialización sin base en el país solo nos empobrecía y yo no podía hacer nada por ello.

Un hombre había estado cerca, muy cerca, de hacerlo correctamente. Tras la guerra en donde mis vecinos simplemente actuaron a mi espalda para terminar clavándome armas en el pecho. Guerra la cual gane. Balmaceda unos años después supo que la forma en que se estaba operando era inadecuada. Arthur me lo había advertido, esa gente extranjera incluso las de su país en su mayoría se estaba aprovechando de nuestra ingenuidad.

Pero, aunque su intención era buena solo dio paso a una guerra entre hermanos, entre padres e hijos, entre amantes y entre amigos. Un tiempo después en argentina Balmaceda cumplió mi anhelo de la bala en la sien. Martin me había enviado una carta contándomelo.

Y después de eso todo fue de mal en peor. La pobreza, la incertidumbre, el dolor de los corazones de mi gente que aun lloraba por la muerte que en tierras del fin del mundo te ronda en cada esquina y te abruma por la noche, que tiene de aliada al mar y a la tierra y que se burla de nuestras lágrimas de miedo. Gente aun lloraba por lo que se perdió en 1939 y 1960, y el poder era tan inestable en la mano de los presidentes que duraba apenas un pestañeo.

Hubo un momento en que mi gente fue ciega y no quiso ver que en realidad lo que los poderosos nos decían y prometían jamás se cumpliría, porque yo había estado presente cuando comprábamos bienes de capitales al extranjero, a los mismos países que se supone le habíamos cerrado las puertas. Y mi gente sonreía en las calles con zapatillas rotas porque creían que pronto podrían comprar unas nuevas y que equivocados estaban. Tan, tan equivocados como yo al momento de mantener mis esperanzas elevándose para conseguir de una vez por todas esa paz económica y social que tanto necesitábamos.

Pablo una vez me lo dijo...que el país necesitaba la ideología de un país lejano para volver a tener esa paz que le había comentado. Rusia en esa época miraba como un depredador a un rebaño de ovejas, y USA no era distinto, me sonreía de una manera que me daba escalofríos y me hablaba con los labios cerrados murmurándome 'harás lo correcto...harás lo correcto'

¿Qué era lo correcto? Tantas personas una vez más fueron despojadas de su sangre, de su elixir de vida y fuerza. Y una vez más alguien en la noche toco la puerta de mi habitación y me atrapo las manos con una fuerza brutal y salvaje que más que doler aterraba, si esas manos tocaban a mi pueblo ¿Qué haría?

un papel de 1983Donde viven las historias. Descúbrelo ahora