Narra Shizuo
Todo Ikebukuro tiene en claro dos cosas: la primera es que no les conviene meterse conmigo, y la segunda es que Orihara Izaya es el mismísimo demonio. Todos los problemas y los asuntos extraños en este barrio siempre tienen algo que ver con él, simplemente no lo soporto. Es más, ¡lo odio! No me cansaré de decirlo. Lo voy a matar. Algún día de verdad lo mataré.
- Eh, Shizuo - Tom llamó mi atención al verme absorto en mis propios pensamientos. Levanté ligeramente la cabeza y él continuó -. ¿En qué demonios pensabas? Estabas frunciendo el ceño muy fuerte. Normalmente pones esa cara cuando ves a Izaya, ¿sabes? - dijo con una ceja arqueada y una sonrisa irónica; yo me erguí en mi asiento al escuchar el nombre de esa maldita pulga. Tal y como un interruptor, su presencia o su simple nombramiento ponían en alerta todos mis sentidos.
- No es nada... - Dije para evadir la pregunta - ¿Tenemos mucho más trabajo hoy?
Mientras hacía la pregunta me tomé unos segundos para mirar a través del cristal del bar-restaurante en el que nos encontrábamos, el mismo local que solíamos frecuentar siempre en nuestros descansos. Ikebukuro estaba como siempre: la gente corría de un lado a otro yendo a su trabajo, lo normal en hora punta. Incluso vi pasar al muchacho de los Pañuelos Amarillos con su novia, sorprendentemente destacaron entre los demás peatones. Entonces me percaté de que hacía días, quizás incluso una semana, que no veía a la pulga. "Está tramando algo, ese enano...", pensé.
Tom revisó su teléfono móvil mientras bebía de su vaso antes de contestar:
- Pues no, por hoy eso es todo - dijo y me sonrió. Yo suspiré de alivio, ya que hacía algún tiempo que no tenía un poco de tiempo libre.
Un rato después y tras una charla sobre los encargos de los días siguientes, me despedí de Tom y me dirigí a dar un paseo por el barrio. Mi último pensamiento acerca de la pulga me tenía algo inquieto, pero intentaba no pensar mucho en ello. Imposible. Tan pronto como lo intenté, ese enano apareció caminando con esos aires de grandeza tan típicos de él a unas dos calles de donde estaba. Me sobró tiempo para estallar en un grito y empezar a caminar rápidamente hacia él.
- IIIZAAAYAAA-KUUUNNN... - él se giró y me dio una de sus sonrisas prepotentes, la cual me dio el último empujón para cabrearme completamente y arrojarle la primera máquina expendedora que encontré a mano.
Él la esquivó y pude oír cómo me decía un "cuánto tiempo, Shizu-chan" antes de salir corriendo. Lo que al parecer no pudo esquivar completamente -y para mi sorpresa- fue el contenedor de basura que le lancé después. Pude ver cómo algo que salió del interior de este le golpeaba un poco el brazo derecho y salía corriendo hacia un callejón. Yo repetí su acción entrando por el oscuro tramo que, al parecer, no tenía salida, ya que Izaya se encontraba sentado en el suelo apoyando la espalda en la pared, agarrando su herida con la mano izquierda y poniendo una expresión de dolor que nunca había visto en él, pues la habitual era aquella odiosa sonrisita.
- Vaya, vaya, Izaya-kun, parece que estás en aprietos - dije acercándome lenta y amenazantemente. Él me miraba desde el suelo con odio mientras sacaba su navaja del bolsillo interno de su chaqueta.
- No te acerques más, Shizu-chan, o te mataré. Esta vez has conseguido darme por pura suerte, pero te aseguro que no habrá una próxima.
Sus palabras me enfurecieron más y me abalancé sobre él inmovilizando su brazo izquierdo, pues el derecho no lo podía mover debido a la lesión anterior.
- Te voy... a matar... - dijo entre casi inaudibles quejidos de dolor por la fuerza que estaba ejerciendo en su brazo. Le arrebaté la navaja en un acto rápido y la acerqué a su cuello, levantando su cabeza hacia mí.
- ¿Ah, sí? A mí me parece que es al revés.
- No te atreverás a matarme, ¿verdad?
- Pruébame - inconscientemente me acerqué más a su cara. La posición actual era extraña y algo pasó dentro de mí cuando me paré a analizarlo todo.
Estaba completamente encima de él y lo tenía inmovilizado; sus mejillas estaban rojas por alguna razón desconocida para mí -aunque recuerdo que es muy propenso a ello, ya que lo vi varias veces así en nuestros años de instituto- y nuestras caras estaban muy cerca. Su chaqueta se había caído hasta la altura de los codos y su camiseta era ajustada y estaba algo subida, por lo que se podía ver un poco de su vientre y trazar la forma de su cintura, que era bastante pequeña, al igual que la de una chica. Siempre tuvo un cuerpo pequeño y delgado, además de su baja altura y su pelo perfectamente cuidado. Por un momento quise tocarlo, parecía suave, al igual que su piel y sus piernas que, a pesar de que siempre lleve un pantalón largo, se nota que son delgadas. Sin darme cuenta había apartado un poco la navaja de su cuello y llevaba un par de minutos mirándolo en silencio.
- ¿S-Shizu... chan? - la expresión tan adorable que puso me superó y sin pensármelo dos veces uní nuestros labios. Levanté su mentón con la mano derecha apartando completamente la navaja mientras seguía sujetando su brazo por encima de su cabeza. No sé por qué, pero se sintió demasiado bien. Sus labios eran suaves y dulces, como nunca me los había imaginado.
Me aparté abriendo los ojos y entonces me di cuenta de lo que acababa de hacer. Él estaba con los ojos como platos mirándome fijamente y rozando sus labios con la punta de los dedos. No supe qué hacer, así que me levanté y llamé a Shinra para decirle que viniera a recoger a la pulga al callejón en el que estábamos lo antes posible para curar la herida de su brazo, y que no hiciera preguntas.
De hecho, ¿por qué? ¿No se supone que yo lo odio? La misma persona a la que acabo de besar me intentó apuñalar cuando nos conocimos, y ahora estoy esperando de pie en este maldito lugar incapaz de irme y dejarlo sólo y herido, porque de repente tengo la necesidad de protegerlo y no dejar que nadie más que yo lo toque. ¡Además, es un hombre! Aunque hoy en día eso no importa demasiado, sigue siendo extraño, ¿verdad?
Reuní algo de valor para mirar de reojo hacia atrás y ver que seguía sentado en el suelo y mirando a la nada, ahora totalmente rojo. Me pareció adorable, pero no soporté ese pensamiento en mi cabeza mucho tiempo y encendí un cigarro para tranquilizarme. A los pocos minutos vi de lejos a Shinra viniendo hacia nuestra dirección en la entrada del callejón. Decidí caminar hacia él para evitar preguntas. Cuando llegué a su lado no me paré, sólo le dije un "gracias, te debo una" y seguí caminando sin rumbo. Me había asegurado de decirle -más bien amenazarle- que no dijera nada a nadie. Por su bien mantendría la boca cerrada.
Comentario sensual: Wattpad no permite sangría y yo quiero romper todooo. Lo revisé 3 veces así que me siento satisfechx publicándolo. Nuevos capítulos más bien pronto que tarde wachxs, nos vimos.
-gisegull