En su mente un único deseo: vivir la mejor historia de amor del mundo, la más romántica, la más bella. Llevaba desde que la Madre Naturaleza le dio en la adolescencia la perspicacia del amor, imaginando cómo debía ser su amor verdadero, la primera cita con ella, la primera caricia. Cada noche, al meterse en la cama, antes de quedarse dormida, recreaba su historia maravillosa. Y, día a día, año tras año, a medida que crecía y maduraba le añadía nuevos detalles para perfeccionarla. Todas sus amigas conocían exactamente su sueño, porque en más de una ocasión lo había narrado, con todo lujo de detalles.