La Saga Santahisteriana: La Crónica Del Delfino

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Eran las 4:07 y salimos corriendo. Quien me acompañaba era Lauro de Sophos y el gran Clerigo Delfino, el único hombre adicto a la tinta y el mas grande escritor de tu patria.

Fue hace unos 28 años. El Delfino acababa de llegar al hotel de viajeros, esos viajeros que cada pueblo es de a mes. Donde yo y mi vecino, Lauro de Sophos, estábamos comiendo y entró un hombre de ojos amarillo, alto y delgado mejor descrito como puntiagudo.
La fonda parecía quedarle pequeña. Miro a todos con severidad de lunes. Aclaro su garganta mientras se sentaba para expulsar un severo "buenos días".

Incurrimos en una platica sobre la obscuridad implícita en la mirada de la mucama. Empezó a desayunar junto a nosotros todos los días, justo antes de desaparecer para volver a la cena con rostro de placidez.

Cada día nos acostumbramos mas a las platicas de poesía matutina. Un día nos llego a invitar a su salida. Nos llevo por todo el pueblito de belleza inconmensurable, los pequeños bosques de cada esquina y rayuelas y hombres perdidos en un invierno hace 57 años, ellos y su mirada siempre perdida en la primavera recién llegada.

Caminamos hasta perder la ultima cúpula de vista, en un valle que mas parecía edén. Sin percatarme nos llevo al paraje bellísimo, flores y colores, figuras sin criaturas, paz en Santa Histeria. Paraje auténticamente mágico, me enseño volar en caballo y a cabalgar colibrí, soñar que la belleza de todo el mundo sea asi

Subimos a una colina, para apenas aplastar la flor de la cima, tirarnos rodando hacia abajo. Fuimos a dar a un árbol con falda de flores, ramas cual brazos, una bailarín verde. Clerigo apenas dejar de rodar, se sentó en el tronco con una libreta y un lapicero. Comenzó a escribir con trazos rápidos ilegibles pero desordenadamente atrayentes. Cuando nos acercamos solo dijo "soy adicto a la tinta" justo antes de oler la tinta y volver a escribir, para repetir su ritual.

Y así empezaron las aventuras.