El Amor en tiempos del "Like"

De lo virtual a lo "real"

Entro al restorán y empiezo a mirar si alguien me levanta una mano. Es difícil, son las nueve en punto y como toda mujer se va a hacer la interesante y va a llegar atrasada, me pedirá disculpas y yo le diré que no se preocupe. Eso es lo que nunca me ha gustado de las relaciones, que sea todo tan obvio, tan manejado, tan estratégico. Me encantaría buscar una mujer y pedirla por esposa, como lo hacían mis antepasados nómadas. Y no tener que hacer todas esas tonteras que hemos inventado los occidentales para relacionarnos: no beses en la primera cita, no te muestres tan ansioso, no tomes mucho, pregúntale si le molesta que fumes, espera a que te llame, no le preguntes la edad, se simpático, crea un ambiente. En resumen, ¡una farsa!, ¿cómo algo bueno puede empezar de todas esas cosas? Me siento en una mesa para dos y se me acerca el mozo.

- Estoy esperando a alguien.

- ¿Desea algo?

Que sea una mujer bonita, íntegra, alegre, comprensiva, tierna, cariñosa, coqueta, que le guste bailar, que sea delgada...

- Agua mineral sin gas.

Entra una pareja. No creo que haya venido acompañada, no, no es ella. Después entra una mujer, pero tampoco es ella, aunque me habría gustado que fuera ella. Veo que hay una mujer sola en una mesa. ¿Y si fuera ella y no me vio entrar, o no me reconoció porque la Jose le mostró una foto mía en que estoy más cambiado? Voy a esperar un rato mientras acentúo las palabras.

De repente aparece. Sí es ella, creo que la vi alguna vez en el cumpleaños de la Jose. Se acerca, me saluda de beso y se sienta. Me mira a los ojos:

- ¿No era lo que esperabas?

¡¿Qué respondes a eso?! Nunca tan honesto para decirle que en realidad esperaba a una mujer espectacular, a la mujer de mi vida, a la que me iba a acompañar en este proceso de aceptar mi destino, de aceptar mi vida y empezar a ser feliz. Al menos sé que la Jose es mi amiga. No está mal, es delgada, morena. Se ve bien. Se nota que se arregló para nuestra cita.

- A primera vista estás bien. Lo demás se verá con el tiempo.

Se lo dije absteniéndome de hacer lo que más odio, a recordar; complementar la oración con una frase hecha.

- Las cosas siempre entran por la vista. Soy sicóloga, no lo olvides. ¿Qué haces tú?

- No me gusta valorar a las personas por lo que hacen, si no por lo que son... tú eres bonita.

Y me regaló una sonrisa. En realidad no le podía decir que no estoy haciendo nada en este momento, económicamente hablando. De inmediato me habría convertido en un muy mal partido.

- Gracias, ¿pero tiene que haber algo que te guste hacer?

- Hay hartas cosas que me gustan hacer y otras que no había hecho nunca. Como venir a una cita a ciegas, por ejemplo, y eso no significa que no me guste.

- Cuéntame algo de ti.

- ¿Te puedo pedir un favor?

Ella asiente.

- Para que esto no parezca un interrogatorio, ni una entrevista de trabajo, lo podemos hacer más natural. Cuéntame cómo estuvo tu día...

Y nos pusimos a conversar. Creo que salí bien del paso de estar frente a una persona que se supone que te tiene que gustar, por lo menos hasta el final de la cita. Pedimos un vino que sirvió para romper el hielo y nos empezamos a comunicar. Dejé que ella pidiera primero algo para comer y me mostré sorprendido que tuviéramos los mismos gustos. Obviamente era mentira. Así como era mentira que estuviéramos juntos sin conocernos, los dos desesperados por encontrar a alguien que nos acompañará por siempre. Después le dije que me parecía fascinante que trabajara con gente con problemas y ella los ayudara a solucionar, era una forma de hacer que este mundo fuera un poco mejor. Le dije que tenía buen gusto para vestirse y para escoger sus citas, ella se rió y me preguntó si estaba tratando de agradarla. Le dije que me gustaba hacer que la gente se sienta bien. Me preguntó por mis planes para el futuro.