Prólogo

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Odiaba los partos.

Era una diosa, ¿por que tenía que pasar por ello? Era completamente innecesario.

Odiaba contorcionarse de esa manera. Sentirse cansada, derrotada. Odiaba la demora, a pesar de tener todo el tiempo del mundo. Odiaba ver como sus hijos, dioses de su sangre, eran completamente vunerables a las mandíbulas de Cronos. Odiaba ver como ese desgraciado devoraba a criaturas de su propia sangre. Odiaba la situación a la que había tenido que llegar para decidir tomar represalias.

No lo soportaba más.
No iba a soportarlo más. Al ingerir a sus hijos, su marido habia devorado partes de ella. Había sido humillada todas y cada una de las veces que permitió que sucediera, pero ya no más. Exijio y tomo algo que no le pertenecia, y pagaria por ello. Ella era una diosa también y era necesario recordarselo a Cronos.

Pensar en ello encendió en su interior una energía renovada. Sintió algo de asco durante el proceso. Todo era tan sucio. Ella misma sudorosa y mojada luego de romper aguas, y la caverna en la que se encontraba; oscura, llena de barro y con olor a humedad.

Río amargamente por lo bajo. De todos los titanes tenía que conspirar con Gea, diosa de la tierra. Sucia y rastrera en su opinión. Con sólo ver el lugar al que la habia llamado sentía repulsión. Era plena noche en el monte Liqueo de Arcadia, donde ninguna criatura proyecta su sombra. Parecia un mal chiste; Rea titánide de la fertilidad y la maternidad pariendo junto a los gusanos. Pero no podía arriesgarse. La ayuda de Urano y Gea estaba garantizada. Cualquier otro titán podría haberla delatado, y prefería evitar el Tártaro.

Sintió como el parto llegaba a su fin. Como una parte de ella era extraída de su ser y encerrada en otro. Esa sensación era la más placentera de todas. El saber que esa cosa; en realidad, por dentro, no era más que una extensión de si misma.

Se incorporó y miró al bebé con una curiosa indiferencia. Lo amaba. No por ser su hijo, al contrario de lo que se pensaría, sino por ser... Ella. Ser diosa de la la fertilidad y la maternidad no era más que ser buena en ello. Las emociones que se ocultaban detrás eran otra cosa.

Maternidad. Si, sus hijos estaban por sobre todo, pero sólo porqué llevaban su sangre. Por ser parte de ella. Nada más.

Dañarlos sería igual que dañarla y Cronos si que la había dañado.

Hoy era el día. Hoy comenzaría todo. Miró al niño que no hacía más que llorar mientras lo bañaba en el río Neda. Sus ojos lo devoraban con una mezcla monstruosa de furia y placer que desfiguraba su rostro.

Él encarnaba la perdición de Cronos. Pudo reconocer en su llanto los gritos de su marido en un futuro cercano.

La euforia la consumía. Sentía que todo valía la pena. Haría todo, lo que fuere, para tener a sus hijos de vuelta. Para hacerle pagar...

Una risa incontrolable y lunatica escapó de ella. Era perfecto.

-Bienvenido amor mío- dijo mientras lo tomaba en sus brazos- hoy, el día de tu nacimiento te doy la vida que tus hermanos nunca han conocido.

Lo acuno y lo contemplo, mientras su cuerpo era atravesado por las emociones. Deseo, extasis, pasión...

-Te llamaras Zeus - declaro mientras su sonrisa no hacia mas que crecer en su rostro- en honor a la vida que tus hermanos no pudieron tener y que tu padre nunca quiso que tengas.

-Zeus. Él nombre es perfecto-. La voz provenía de las sombras.

-Gea, al fin llegas.

-Damelo-. La enfureció que le diera órdenes pero obedeció. La necesitaba.

Mientras alzaba al niño hacia la oscuridad, dos manos salieron de ella. Manos secas y duras, como ramas de un árbol muerto. Extendidas con ansiedad, frenesí. Una vez tomó al niño este desapareció con ellas en la negrura de la caverna.

Por un rato el único ruido que Rea escuchó fue el que producía su propio cuerpo. Cuando estaba casi segura que estaba sola, reapareció. Una figura mediana encapuchada y oscura. Su presencia siempre le recordaba esa parte salvaje e indomable que se encontraba en lo más profundo de la naturaleza. La esencia de las bestias.

-La venganza ha comenzado.-susurró mientras contemplaba a Zeus extasiada.

-Aún no. No hasta que crea que el bebé ya no es una amenaza.

-Mi venganza ya ha comenzado. -afirmó Gea tranquilamente, volviendose hacia ella- He hecho todo lo que debía; tengo al niño en mi poder y todo lo necesario para su crecimiento preparado. Lo que falta es que hagas tu parte. ¿Te crees capaz de hacerlo? -pregunto en tono despectivo.

-Por supuesto. Que no se te olvide quien ideó este plan. ¿Qué clase de pregunta es esa?

-¿No crees que podría darse cuenta?-. Se sentía curiosa de la actitud tranquila y precavida de Rea.

-Ya le he entregado a cuatro de mis hijos. ¿Porque el quinto sería diferente?

-No lo sé, ¿Porque el quinto es diferente?- inquirió. Luego de una pausa añadió- Si tu has cambiado en algún momento entre el cuarto y el quinto embarazo, ¿porque crees que él no se dio cuenta? Después de todo no eres muy buena escondiendo tus emociones. Nunca tuviste que hacerlo hasta ahora.

-No se dará cuenta. Porque su ego nubla su juicio.

-No es el único.

Rea la fulmino con la mirada. Un asomo de sonrisa apareció en el rostro de Gea. La contemplaba como si fuera un animalito curioso y divertido, enfureciendola aún más.

-¡Basta de tonterías! Vete de una vez y ponlo a salvo. Si no regresó ahora comenzará a sospechar.

Gea asintió y se volvió hacia las sombras mientras acunaba al pequeño Zeus.

-Rea- llamó sin volverse- No lo eches a perder.

Zeus - EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora