Era más de media noche, corría una brisa veraniega que invitaba a quedarse mucho más tiempo en la calle, si fuese una de esas personas que se autoabastecen de sí mismas no me hubiese importado quedarme un rato más dando vueltas, pero no soy así y la verdad es que aunque lleve diecisiete años de mi vida subiendo y bajando estas pintorescas y tranquilas calles de mi barrio, de noche, cambiaban completamente. Vivo en un lugar donde casi todo el mundo se conoce, o al menos de puertas para afuera, es un barrio tranquilo, apartado del centro de la ciudad, donde apenas pasan cosas, la vida es monótona y por consecuencia su gente también lo es. Se despiertan temprano, preparan el desayuno de sus hijos, los llevan al colegio, hacen las tareas de casa o se van a trabajar, vuelven, comen, aprovechan la tarde yendo al parque con los críos, estudiando u holgazaneando, luego cenan, se duermen y vuelta a empezar, por lo cual que no haya nadie a estas horas no me resulta extraño. Rebusco en mi bolso rezando para que las llaves estén y no tenga que volver a despertar a mis padres, por suerte las encuentro al final del bolso, abro las puertas y entro sigilosamente, aunque sé que eso dará igual pues como siempre mi abuela enciende la luz de su habitación que se deja ver por un fino halo que atraviesa el pasillo hasta alcanzarme.-¿Emma? –escucho la voz adormilada de mi abuela.
Dejo el bolso en el pasillo y me acerco a su habitación, abro la puerta y me aproximo a su cama.
-Duérmete, es muy tarde. –Susurro tapándola de nuevo.
-¿Qué hora es?- dice alzando la mano para coger el reloj de su mesita de noche.
-Son las doce abuela.-Cojo el reloj de su mano y lo vuelvo a depositar en la mesita antes de que lo mire y pueda ver que en realidad es mucho más tarde, pero no quiero preocuparla, luego le doy un beso en la frente y apago la luz.- Descansa, buenas noches.
-Buenas noches, cielo. –Dice bostezando.
Cierro la puerta y oigo como no tarda en volver a quedarse dormida. Cojo el bolso y subo los escalones, mis padres están en la planta de arriba, tengo suerte y su puerta está cerrada lo cual me viene genial, vengo un poco achispada y con olor a tabaco y no quiero que mi madre me haga un interrogatorio con la intención de sonsacarme lo que hice esta noche. Abro la puerta de mi habitación y me encuentro a Darcy desperezándose en lo alto de mi cama. Darcy es un gatito que me regalaron apenas cuando yo tenía diez años, ahora está un poco mayor, aunque no deja de ser la misma arisca de siempre, a pesar de eso le tengo mucho cariño. Dejo las cosas en la mesa de noche, me desvisto y sin lavarme la cara ni los dientes me meto en la cama haciendo que Darcy se eche más para la izquierda, estoy muy cansada y necesito dormir, aunque no sin antes mirar el móvil por si tengo algún mensaje de él, pero ¿a quién quiero engañar?
Pierdo la noción del tiempo cuando voy a ver las interacciones que tengo y me quedo despierta hasta que el sueño me hace casi ver doble, o puede ser que aun esté con el puntito que me ha dejado el alcohol, no lo sé, apago el móvil, lo dejo en la mesita de noche y cierro los ojos, el cansancio no tarda en sumergirme de cabeza en sueños que no recuerdo. El plan de aquella noche era regresar pronto a casa, dormirme temprano para despertarme temprano e ir a finalizar algunos detalles de mi matrícula para el nuevo instituto, aunque como ya sé, nunca o casi nunca cumplo con lo que digo.
Al día siguiente cuando me despierto son más de las doce y cuando bajo mi padre está sacando la compra de las bolsas, nos intercambiamos un 'buenos días' y me pongo a preparar el desayuno.
-¿No se suponía que hoy íbamos a ir a entregar los papeles que faltaban para la matrícula?- inquiere sin darle mucha importancia al tema, aunque sé que en realidad lo hace.
Suspiro un sí pero luego nadie vuelve a sacar el tema. Mi padre y yo tenemos una relación algo extraña, nos queremos muchísimo pero a veces soltamos lo primero que se nos viene a la cabeza el uno del otro sin miramientos, no tenemos cohibiciones en decirnos barbaridades a la cara, lo cual a veces es bueno y la mayoría malo y si nos enfadamos, el orgullo nos puede, así que se acumula mucha mierda entre ambos, supongo que somos iguales en ese aspecto.
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Aparentemos Ser Normales
Подростковая литератураQuizás esta historia sea de todos, de como nuestras vidas se cruzaron y como cambiaron de un momento a otro, de como los llantos de niños se hicieron problemas que ocultamos, de lo muy perdidos que estamos y de lo mucho que necesitamos ser encontrad...