Licto en aquellas horas de la mañana se encontraba completamente desierto, tanto de su habitual concurrencia como de algún que otro indiscreto que se detuviera a prestar atención a aquellas singulares mujeres.
Todas ellas compartían un aura divina similar a aquellas famosas esculturas a las que les brindaban culto los habitantes de ese mundo primitivo. Habían sido convocadas allí por Gea, diosa de la tierra. Se les había ordenado estrictamente a cada una de ellas que hicieran lo indispensable para llegar al punto de encuentro sin levantar ninguna sospecha ante Crono. Tarea difícil, ya que era del gran maestro de la omnipresencia de quien estaban hablando. Una vez llegado al lugar, se encontrarían respaldadas de sus ojos con ayuda de la Madre Tierra.
Melissa, para llegar allí, tuvo que atravesar innumerables agujeros negros; que la mandaban del presente al futuro y de lugar a lugar sin predicción alguna. Llevándola a perderse más de una vez.
En ese momento, la diosa Gea, les imponía cumplir aquella misiva. Su voz resonaba en todo el lugar. Como si viniera de todas partes, o más precisamente, del suelo que pisaban. La tierra misma.
-Van a cumplir mi recado con suma precisión. - ¡Ni había que preguntar! Tratadose de ella, no existía el no por respuesta. -Confío en que no cometerán ningún error... de lo contrario juro por Mnémosine* que ni en esta, ni en la otra vida se podrán librar de mi furia.- Aclaró.
¡Como si fuera necesario! Ya todo el mundo conocía el imperioso, egoísta y engreído temperamento de los dioses. Ella, de sobra. Si eran capaces de maldecirte e incluso condenarte por las razones más absurdas, uno ni se atrevía a imaginar qué pasaría si se los desobedecía o no se cumplía con sus expectativas.
Y allí estaba ella. Cargando con una encomienda que no iban a poder cumplir. Esconder al niño de Crono. Era deliberadamente imposible.
-Pero mi señora -se atrevió a decir Amaltea- con todo respeto, yo tengo a mi niño, ¿cómo puedo dejarle de lado para cuidar al vuestro?
Melissa se estremeció de tan solo escucharla. Estúpida ignorante. Gea actuó de inmediato. De un instante a otro la joven ninfa empezó a chillar y retorcerse por el piso.
Melissa había presenciado tantas maldiciones, que apenas le alcanzaba la vida para contarlas. Al principio todas ellas habían desatado una cólera intensa dentro de ella, pero en algún momento de su vida había terminado resignándose. Ahora lo único que experimentaba era un rencor que iba creciendo amenazadoramente en su interior, mientras agregaba un nombre más a la lista.
La columna de Amaltea se arqueo bruscamente provocando un chasquido espeluznante, haciéndola ver tres veces más pequeña de lo que en realidad era. Sus ropas cayeron al suelo al tiempo que en todo su pequeño cuerpo comenzaba a crecer cabello blanco. La nariz y la boca se alejaron de su rostro, sus pupilas se alargaron horizontalmente y de su cabeza crecieron dos pequeños y duros cuernos. El último de sus gritos se convirtió a medio camino en un poderoso y contundente graznido. Ya no quedaba rastro de Amaltea. Tan solo unas prendas abandonadas por lo que antes había sido una mujer.
La metamorfosis había durado apenas unas segundos, los suficientes para arruinar la vida de una mujer y su pequeño hijo.
-Insolente. -clamó la diosa tierra. -¡Comparar a tu asqueroso vástago malnacido con el hijo de un dios! Por semejante insulto tendría que enterrarte viva y darte de comer a las pestes. Deberías estar agradecida, te he perdonado la vida. ¡Y que esto les sirva a todas de lección! No toleraré quejas o errores de su parte.
El odio y la repulsión nublo la vista de Melissa. Aquella mujer tonta e ingenua que creía en la piedad y la bondad de los dioses, que tenía una casa con un hijo y, quien sabe, tal vez también un marido... ¿Tendría más hijos, o aquel que menciono era su primogénito? ¿Y si los tenía? ¿Tendrían dinero para alimentar aquellas pequeñas boquitas deseosas de más? ¿Tendría un esposo, una madre, una hermana o alguien para que los cuidara? ¿O aquellos niños estaban solos?... ¿O aquel pequeño bebé recién nacido que menciono solo la tenía a ella, y ella significa la diferencia entre la vida y la muerte para él? Pero eso ya no importaba, porque en vez de una mujer, frente a ella, se encontraba una cabra que balaba desesperadamente sin comprender quién era o donde estaba.
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Zeus - EN PAUSA
Fiksi Umum¿Sos un amante de la mitología? ¿Nunca te preguntaste que pasaba entre un mito y otro? ¿Cómo se desarrollaba la historia? ¿Cómo fue que Zeus creció y se convirtió en el gobernante del Olimpo? Esta historia personalizada esta basada en los mitos g...