Capítulo V

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Esa gris mañana de lunes, todo el clan,  uniformemente vestido de negro se reunió en el cementerio de  la propiedad; Desde los más viejos a los más jóvenes, rodeaban los  cuatro ataúdes.

Un sacerdote se encontraba  recitando unas palabras por el eterno descanso de  los difuntos, era un día de luto y gran pérdida para los miembros del clan, Vasily Zaitsev fue en su tiempo el mejor de su clase dentro y fuera del internado, amado y envidiado por sus compañeros,  respetado y odiado por sus enemigos.

Para todos fue una sorpresa su desaparición más de una década atrás y una aún más grande, el  haberlo perdido por algo tan simple  pero destructivo como el insendio que  le dio fin  a su vida y  a la de su familia.

Para la pequeña de 10 años que se encontraba de pie frente a los  ataúdes, sosteniendo con fuerza un ramo de margaritas silvestres, la pérdida era indescriptible. Ella no sólo perdió a su familia en ése incendio, con ellos se consumieron  su felicidad y sus ganas de vivir, todo lo que quería y conocía se había vuelto  cenizas.

Y ahí estaba ella, consumida por la culpa y el odio; la primera porque en su afán por salvarse,  no advirtió a nadie mas del fuego y evitó que Alexander pudiera rescatar a alguien más  por evitar que se perdiese en el bosque; el odio era porque, gracias a Alex sabía que el incendio había sido provocado, alguien quiso vengarse de su padre y arrastró a toda su familia en el proceso. Si bien su padre había cometido errores en el pasado, todos fueron por un bien mayor, y  él estaba profundamente arrepentido, ahora entendía el porqué de su insistencia en ir a la iglesia, el fervor con el que rezaba y las flores que llevaba su madre.
Suplicaba perdón.

Perdón que no fue otorgado a su esposa e hijos que injustamente pagaron con sus vidas, las cuentas de su pasado.

La ceremonia fúnebre terminó y las personas comenzaron a acercarse a Nina para darle el pésame y posteriormente uno a uno  abandadonar el cementerio, todas  excepto una.

Alexander, se mantenía firmemente de pie junto a su  pequeño ángel, dándole su apoyo sin palabras pero con el cariñoso gesto de su brazo sobre sus hombros.

El cielo se oscureció más y un potente trueno anuncio la llegada de la lluvia. Los sepultureros procedieron a bajar los ataúdes, todos en la misma fosa, comenzaron a cubrirla  con tierra para después sellarla con concreto. Fue entonces que en sincronía con la lluvia Nina comenzó a llorar.

Si existía una pequeña esperanza de que aquello fuera una pesadilla, acaba de  ser sepultada tres metros bajo tierra.

La vieja Nina había sido sepultada con su familia y  en su lugar quedó un alma atormentada y solitaria en busca de venganza.

-Tu vas a ayudarme, verdad? -pregunto ella sin levantar la vista de la tumba.

- Siempre.

-¿En cualquier cosa?

-Yo mataría por ti.

Nina se separo de Alexander y arrodilló frente a la tumba de su familia para dejar el ramo que  llevaba en las manos. Cerró sus ojos y mentalmente les suplico su perdón y les prometió que algún día vengar sus muertes.

Se puso de  pie y aun sin mirar atrás dijo:

-No quiero que mates por mi... quiero que me enseñes a matarlos.

-¿A quiénes?

-A los que me los quitaron, a los que gozan causando dolor...

Sus miradas se encontraron y compartieron una sonrisa de complicidad.

- A todos...

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