Lo veo partir, lo más doloroso: no lo puedo... No lo quiero detener.
Entonamos un par de notas más, el estribillo nos salió bien, cómo siempre. Somos artistas, somos dioses en el escenario. No estamos juntos.
Me conformó con su sonrisa plástica. Silencio expectante, luego, el gran final.
Lo veo partir y pedir que no se vaya, se me hace imposible.
¡Quédate!
El piano acompaña su marcha, el público aplaude. Tristes melodías que compuse para mi obra maestra, los genios somos incomprendidos, o quizá sólo somos demasíado engreídos, orgullosos.
¡Quédate!
Mi garganta arde por contener las palabras, el telón se baja y las luces se apagan, los últimos acordes quedan en el aire, un do sostenido, la más cruel de las notas...