Me enamoré

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Me enamoré de su vida y aunque no fuera perfecta, él era feliz. Me enamoré de su resiliencia y de la bonhomía en su carácter. Me enamoré de la forma en que se apasiona al tocar la guitarra eléctrica como si la música y él estuvieran conectados. Esa sencillez me enamoró. Su forma tan lógica y tan ilógica en que veía la vida me hizo pensar como él pensaba. Y no tenia sentido así tuviera todo el sentido del mundo. Era una persona muy nefelibata, y eso me encantaba, por lo soñador y lo tan alejado de la realidad en que a veces se encontraba. Y aún así,  era sumamente cociente y realista. Me enamoré por completo de cómo podía ser tan diferente a los demás. Y dios... estaba demasiado tragada de su forma tan madura y tan inmadura de ser. Ame todas y cada una de sus fases, así estuviera alegre o  triste. Si estuviera sonriendo o sumido en sus pensamientos. Lo amaba en todas sus presentaciones.

Me impresionó una cantidad inumerable de veces cada vez que tocaba algún instrumento. Lo hubieran visto tocar las más hermosas melodías en el piano como si fuera los más sencillo de hacer.

Me enamore de su elocuencia. Me enamoré de la letra de sus canciones, del hecho de que sus cuadernos estuvieran llenos de dibujos por todas partes. De ese sentimiento que produjo en mi la primera vez que vi mi retrato en el reverso de alguno de sus cuadernos y de lo que tuve que hacer para conseguir que me lo dejara ver. Recuerdo que tuve que hacerle cosquillas y robarme su cuaderno para devolverlo al día siguiente.

Me enamoré de verlo a diario. De la forma en que marca el ritmo con sus pies cuando una canción le gusta y de como marca el ritmo de la batería de una canción cualquiera sin equivocarse. Me enamoré de ver a un niño en un cuerpo de adulto. Aunque fuera maduro en cierta medida. Me encantaba todo. Incluso me gustaba que fuera depresivo porque me enseñó que no podemos ser perfectos.

Su gran espíritu aventurero me cautivo, así eso implicará que me hiciera superar mis miedos. Me enamoré de su forma de enojarse también. Me enamoré de verlo sonreír porque siempre lo hacía. De su timidez al verme directo a los ojos y de su valentía al regalarme un libro de cumpleaños sin saber cómo sería mi reacción.

Al conocer sus raíces,  me enamoré de su pasado así éste tuviera partes oscuras pues era lo que a él lo hacía ser quien era. Si la historia hubiera sido de otra manera y lo hubiera conocido tiempo después,  seguramente me volvería a enamorar.

Me enamoré de sus sentimientos y de esa facilidad que tenia para sacar lo más cursi de mi, y lo admiraba pues consideraba que eso era imposible.

Conocí los monstruos que habitan en él y sus monstruos se enamoraron de los que me habitan a mi. No éramos perfectos. Eso nos hacía reales porque ¿quien quiere un amor de cuento de hadas? ¡Donde queda el drama y la acción!

Que gran acto de confianza tuvo al revelarme sus más oscuros secretos y así fue como él conoció los míos.

Me encantaban sus anécdotas. Aún recuerdo cuando me contó que tuvo que tomar directamente del dispensador de gaseosa en el cine. Y después vino el guardia de seguridad.

Y Me Enamore...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora