Ruth:
Abro los ojos de repente, sólo ha sido otra pesadilla. Miro el reloj y veo que son las tres de la madrugada y la madre de Sandra no está. Me temo lo peor y salgo corriendo en dirección al cuarto. Abro la puerta con el corazón en un puño y veo a su madre llorando.
Pero no llora de pena.
Me mira y anima a que pase y es entonces cuando lo veo:
Sandra está despierta y su rostro se ilumina al verme.
Salgo corriendo a sus brazos, las lágrimas bañándome los ojos.
-Te quiero, cielo. Te quiero muchísimo -susurro.
-Yo también te quiero. Lo siento, lo siento.
Sus lágrimas me mojan las mejillas.
-Prométeme que nunca me dejarás -le pido.
-Te lo prometo.
Y nos fundimos en uno de esos besos que saben a promesa y bienvenida.
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