Simple Lola- Prólogo

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          La ira ganó ese debate mental que no duró ni cinco segundos. Habría contado hasta 20 para luego actuar, pero esta vez estaba actuando de forma irracional, como nunca antes lo había hecho.

Los cinco chicos la miraban expectantes, mientras que quien había causado todo el problema se pavoneaba entre sus amigos por lo sucedido, burlándose de la reacción que eso había ocasionado.

Estaba anocheciendo y la primavera brillaba en el campus norte de Seattle Pacific University. El olor a césped recién cortado se respiraba fuerte y el sol aún no se ocultaba del todo por lo que hacía ver el cielo de un fuerte color rosa, sin nubes todo en la atmosfera se reducía a un tibio atardecer en Seattle.

     Respiró hondo, intentó calmar sus manos que tiritaban como si estas tuvieran vida propia, mordió sus labios por dentro y caminó unos pasos. Unos cortos y delicados pasos que la llevaron hasta encontrarse con lo que sería un arma para ese momento; era una tabla. Junto a un montón de pasto recién cortado se encontraba una tabla de madera, un simple trozo de madera lisa, no muy ancha ni muy gruesa. Con los ojos llenos de esperanza brillantes la miró de fija y maliciosamente, con ambas manos aun tiritando por los nervios la sostuvo muy fuerte como si su vida dependiera de aquello.

   De pronto, en un movimiento sin calcular y con una rapidez única azotó al que había causado toda su ira.

El primer golpe fue ejercido  con toda su fuerza y sin soltar la tabla de sus dos manos estampó el liso trozo de madera contra la cara del chico que cayó de espalda al suelo, una vez ahí, ella iba por su segundo ataque. En este intento el joven ya estaba en el suelo con la nariz sangrando mientras todos los amigos de este miraban el espectáculo sorprendidos  y sin hacer nada al respecto.  Sus rostros horrorizados miraban como golpeaban reiteradamente al chico que yacía en el suelo sangrando, pero no inmutaban para protestar sobre eso- “Esto es para – que -no- vuelvas-a-hacerlo--” la chica con la tabla azotaba una y otra vez,  apenas podía pronunciar las palabras  ya que se ahogaba con su respiración agitad,  en cada una de ellas había un golpe para el joven que permanecía  inmóvil en el césped sangrando a borbotones y que se retorcía del dolor gritando clemencia.

“¡ya basta!” – una voz que se acercaba la tomó de ambos brazos y la obligó a bajar la tabla ya llena de sangre. 

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⏰ Última actualización: Nov 14, 2013 ⏰

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