Prisión mental

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Yo llevaba una vida como la de todo adolescente en el rango de lo usual, con una vida social bastante estable, salidas constantes a fiestas, en donde el alcohol era el líquido vital y otras sustancias solo volvían más placentero el momento. En la escuela pertenecía a la escala de estudiante regular, no porque no comprendiese las clases, solía decir que estudiar no era lo mío y solo aquello que me interesaba merecía mi atención. Sin embargo, era consciente que era lo bastante inteligente como para descartar ciertas asignaturas que consideraba insignificantes, como Religión y Moral.

En Panamá la Religión y Moral se dan como una sola materia, algo que considero estúpido porque la religión no hace la moral ni la moral a la religión. La moral son valores que prevalecen y emprenden en una persona y le destaca de ser como tal, y la religión, pues la religión solo es una doctrina, el pensamiento del hombre de ver al mundo y de plantearse la manera correcta de vivir.

Aunque de cierto modo, la moral podría ser base de la religión, la moral varía en cada individuo dentro de un grupo de personas que poseen la misma religión.

Yo por mi parte, renuncié a las religiones e incluso me cuestionaba la existencia de un dios. Desde la muerte de mi Nana mi vida no había vuelto a ser igual. A mis 10 años de edad perdí el sentido de 'infancia' y empecé a vagar por lugares que no debía, a mis 10 años de edad comprendí que era diferente al resto. Por algún motivo la visión inocente que era propia de mí ya no existía y ahora el panorama era distinto a aquél que yo conocía.

Y así fui creciendo, con un pensamiento que insistía en ser único de entre los demás. Esto no solo me llevó a ser diferente, sino también a ser muy solitaria. Y entonces supe que no pertenecía a aquél lugar, no encajaba en esa sociedad, ni siquiera en mi hogar. Permití que estas voces en mi interior me llevaran al abismo, pues solo ahí, junto a la depresión, me sentía identificada.

La depresión se estaba robando todo de mí. No existía ningún nivel de autoestima, no existía esperanza, no existía luz. Pero era razonable pensar que si demostraba lo que estaba sucediendo en mi interior iniciarían más problemas. Asi que permití que creyeran que solo estaba siendo rebelde porque la "etapa" había llegado. Y quizás sí, la etapa de inestabilidad emocional había llegado y eso solo volvía más fuerte los sentimientos reprimidos.

Yo... yo me odiaba, solo deseaba morir. Deseaba desaparecer y hacerles el favor a mis padres de evadirles más problemas de los que llevaban diariamente. Recuerdo haber estudiado el suicidio perfecto. Debo admitir que mis técnicas eran sorprendentes, cada detalle lo tomé en cuenta.

¿Cómo podría hacerlo menos doloroso?

¿Cómo podría realizarlo sin que mis padres se sintiesen culpables?

¿Cómo podría recompensarles el dolor de mi muerte?

Nunca culpé a mis padres de mi debilidad emocional/espiritual, todo lo contrario. Siempre me sentí culpable de cada una de las discusiones que se llevaban a cabo en mi hogar.

Creí que la llegada de mi hermano me ayudaría a superar estos sentimientos negativos. Es que ahora tendría una razón para vivir, ¿me comprenden? Pero nada sucedió como lo esperaba. Parecía ser ahora el momento perfecto para quitarme la vida. Él ocuparía mi lugar, la pena sería menos dolorosa para mi familia y ellos se enfocarían en darle la mejor educación y sobreprotegerle.

La idea parecía ser bastante lógica para mí, pero pasó el tiempo y me llené de cobardía. Concluía mi vida llena de soledad, sumergida en sufrimiento con sonrisas falsas para mostrar que todo marchaba bien pero una mirada que entre líneas decía "No estoy bien".

Y sí, esa era yo. Así fue transcurriendo el tiempo y era cada vez peor contener todo estos episodios dentro de mi cabeza.

Fue luego cuando llegué a mi último año de secundaria. El momento de dejar atrás la vida adolescente para iniciar mi vida adulta había tocado a mi puerta y yo tenía mucho miedo. No tenía un plan concreto. Solo tenía un presente. Me había propuesto tener las mejores calificaciones para enorgullecer a mis padres. Quizás esta vez algo me saldría bien. Me prometí a mí misma destacarme académicamente, porque quizás, solo así, tendría una justificación para que mis padres, a pesar de todo, se sintiesen felices de mi logro. El plan era que, si me llenaba de valor para desaparecer de este mundo, ellos tendrían algo con que consolar mi partida. 



Un atuendo blanco y negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora