Capítulo 35

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...

Las calles estaba solitarias, entrar a ése lugar no era de mi agrado, pero como siempre, tenía que verlo. Tenía que convencerlo de decirme la verdad, ya no podía seguir haciendo más daño.

Entré a aquella prisión, un amigo mio, logró hacerme pasar sin identificación. Me dio tiempo ilimitado e hizo que lo llamaran.

Esperé sentado en una de esas sillas, esperando encontrarme con él.

Cuándo pasó por la puerta, nisiquiera levantó el rostro, supe qué lo habían golpeado está semana también. Al igual que las pasadas.

Sus ojos se enfocaron en los míos y por un momento, me pareció ver el fantasma de una sonrisa.

Se sentó frente a mi y me miró de cabeza a pies, se detuvo en mis ojos y sonrió ampliamente.

-¿Otra vez estabas buscando problemas?- pregunté burlonamente.

-Algo así.- suspiró mirando al suelo.-¿Encontraste más?

-Dos más.- asentí levemente.- ¿Porque no me dices como encontrar a los otros?

-No sería divertido.- aseguró James con esa sonrisa tan suya.

-¡Son ciento quice!- me quejé molesto.- ¿Cómo se supone que voy a reunirlos a todos?

-Oh vamos, yo no te pedí que lo hicieras.- se quejó encogiéndose de hombros.- Eres tu quién quiere ser el héroe. ¿Pero de que te sirvió?

-Ella es feliz.- aseguré mirándolo fijamente.- Es muy feliz y tu eres tío abuelo.

-Lo sé.- le restó importancia.

-Ademas, si hago esto, es porqué todas esas personas, están sufriendo por el virus que inyectaste en su sistema. ¿Porqué mentiste, James? ¿Porqué dijiste que todos esos niños habían muerto?- exigí saber.

-Porque nadie más necesitaba saber. No me importaba si seguían con vida.- aseguró tranquilamente.- los regalé a una casa hogar, otros a unos amigos y los que tu encontraste, eran de hospitales.

-James, no puedes ser tan malo. Tu me quisiste.- aseguré cauteloso.- Me criaste.

- Te necesitaba.- se quejó.-¿Te creías especial?

Ante mi silencio él sonrió aún más y negó con la cabeza burlándose de mi.

-¿Creías que eramos una familia? ¿Qué me preocupaba por ti?- sonrió burlón.- Pobre niño ingenuo. No eras más que uno de mis experimentos.

Bueno, el poco amor y respeto que podía haber sentido hacía él, se había esfumado. Todo lo que me había hecho, todo lo que yo creía era cariño, no era más que un plan bien elaborado.

-Voy a encontrarlos.- aseguré poniéndome de pie.- Voy a ayudarles.

-Suerte con eso.- sonrió amargamente.

-Suerte cuando te tomes una ducha.- bromeé sarcástico.- no se te vaya a caer el jabón.

Salí despidiéndome de los oficiales que custiodiaban la puerta de salida. Miré al coche estacionado a unos cuantos metros, dentro estaba Bianca, esa hermosa mujer de ojos oscuros y cabello cenizo llegándole a los hombros.

-¿Te dijo algo?- preguntó cautelosa.

Negué con la cabeza y miré al asiento trasero, dónde Tanner, Alec, Simon y Camyl jugaban con el pequeño gato que nos habíamos dedicado a cuidar cuando Agnes, la más joven de los experimentos, lo había traído a casa.

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