30: Rebotando contra las paredes

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—Leyla.

Estoy tirada en el sillón de la Sala Común de Gryffindor, con los apuntes para el examen de Runas Antiguas sobre la cara sin poder leer realmente. Fred y George se sientan y me observan.

—¿Estás estudiando?

—Ajá.

—Tú no estudias.

—Pero la profesora Babbling vale la pena. ¿Nunca tomaron clases de Runas? —Ambos ponen cara de asco—. Están muy buenas. Por el cumpleaños de Hermione no nos dio tarea.

—Antes prefiero clases extra con Snape —ríe George.

—Él no es tan malo —digo.

—¿Qué te pasó? —dice George—. Parece que hablamos con otra persona. Creo que tanto tiempo con Cedric Diggory te está haciendo aburrida y responsable.

Me siento de golpe y cruzo los brazos.

—En primer lugar, no, aún no soy responsable. Y luego, casi ni veo a Cedric.

—Como si eso importara —dice George—. En fin, antes de que te pusieras toda enojada, te íbamos a decir que ya empiezan las pruebas para Quidditch. Son el 2 de octubre. Pero ahora no te lo diremos.

—Oh... Eso es este sábado. Es... demasiado pronto.

—Serán pruebas muy reducidas, Wood no deja que cualquiera se anote. ¿Te vemos allí?

Suspiro y me dejo caer otra vez en el sillón.

—Supongo.

—Esa sí es Leyla.

...

El jueves duermo en Adivinación y Ron y Harry me tapan lo suficiente como para que Trelawney no lo note. Esa mujer seguramente ya sabía que yo dormiría, así que no tiene tanto sentido que lo hagan, pero me siento bastante protegida así. Al final de la clase, cuando dicta la tarea y Hermione refunfuña como de costumbre y Lavender suspira como todos los días, y ¡tadá! Fin de la clase. Todos los jueves igual. Si yo estuviera en el mismo curso que Fred y George, mi vida sería otra. No dudaría tanto en hablarles cuando los veo un poco alejados, no tendría que anotarme en Quidditch para estar más tiempo con ellos, y todas las clases serían un millón de veces más divertidas.

Y si estuviera en las mismas clases que Cedric... Pues... Sería otra cosa. Diferente a lo que es ahora, diferente a lo que sería con mis gemelos. Es verdad que la única vez que volvimos a hablar a solas luego del incidente del roble venenoso fue para que yo le consultara algo de la tarea de Encantamientos, y eso suena más que aburrido. Pero es tan dulce, y tan respetuoso, y... bueno... ahhh. No puedo explicar con palabras lo que me pasa en las pocas veces que estoy con él.

Pero me tocó nacer en 1980 y entrar a Primer Año con Harry, Ron, Hermione y Neville, que en realidad son más de lo que merezco. No tengo que quejarme. Neville me ha aguantado todo este tiempo, y ahora que sé que su peor miedo es mi papá ya no sé cómo hacerle justicia. Yo me quejo de mis hermanos, y él vive con su abuela. No siempre me siento a su lado en clase, pero siempre que lo hago me acepta y es como si nunca lo hubiera dejado y me ayuda, no sé, cuando todo me sale mal en Herbología. Y yo soñando con cambio de compañero solamente por tontos misterios amorosos que nunca comprenderé...

Llegamos al aula de Transformaciones y Neville me pregunta si puede sentarse conmigo.

—¡Sí, sí! —Cuando se sienta sonrío y no puedo evitar darle un abrazo asfixiante—. Te quiero, Neville.

—Sí... yo... también —masculla él. Lo suelto y le acomodo el cabello que le despeiné al pasar mi brazo por encima.

—Sin toqueteos, por favor —pide McGonagall al entrar. Durante el resto de la clase comienzo a sentirme mejor, y hasta copio todo lo que la profesora dicta y le paso a Neville algunas preguntas que pude contestar.

Leyla y el prisionero de Azkaban | (LEH #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora