CAPITULO 26

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Mijaíl

—¡Buenas tardes, Mijaíl! —Víctor se acerca a saludarme tendiendo su mano para estrecharla con la mía. Víctor es el psicólogo que me presentó Ari. Es un hombre de unos cuarenta años más o menos, alto y bastante delgado. Pero tiene algo en particular que cada vez que lo veo me saca una sonrisa y la verdad es que pongo de todas mis fuerzas para no reír. Lleva los zapatos, la pajarita y las gafas, pequeñas y redondas, del mismo color fosforescente, en su cara se ven demasiado extrañas y un poco peculiares.

—Buenas tardes. —Se sienta frente a mí y coloca un pie por encima del otro, acomodándose mejor.

—A ver, esta es tu tercera sesión. ¿Hay algún cambio?

—¿La verdad? —pregunto, obviamente para darme tiempo a pensar lo que diré, él mueve la cabeza aceptando mi tiempo en silencio—. Bueno, ya no despierto tanto por las noches, pero sigo teniendo pesadillas.

—¿Pero siguen siendo con el mismo contenido? —A la vez que me habla anota en su libreta.

—Sigue todo igual con un detalle que ya no existe. —Mientras más hablo sobre ellas, menos me cuesta pensar en lo sucedido.

—¿Y eso sería?... —Me mira intensamente, esperando ver en mi algo que no tengo la menor idea de lo que puede ser.

—Ya no me grita que soy un asesino.

—Eso creo que es un gran avance, Mijaíl. —En su voz puedo escuchar algo como admiración—. Y entonces dime, ¿cómo te sientes sabiendo que en dos días volverás a enfrentarte a Elpida, para pedirle que sea ella quién se responsabilice con tu rehabilitación?

—Acojonado —admito—. Reconozco que estoy muerto de miedo; pero también sé que sin ella no podré dar este paso.

—¿Crees que será fácil?

—Para nada. —Sonrío—. La conozco y sé que mi error lo pagaré bastante caro.

—¿Vale la pena arrastrarse tanto? —Levanta su ceja e intenta disimular una sonrisa.

—Vale la pena hasta sangrar, Víctor.

—Entiendo. —Vuelve a anotar en su libreta—. Entonces nuestra próxima cita queda para la semana que viene. ¿Después de la reunión con ella? —pregunta más para él que para mí.

—¿Es necesario?

—Mira, no lo sería si ustedes ya se hubieran encontrado antes como dos personas adultas y no tuvieran nada qué aclarar. —Me mira y trata de esconder su sonrisa. No me agrada para nada que alguien me conozca así y pueda opinar sobre cómo actúo—. Pero como eso no sucedió, necesitarás esa cita. Así que nos vemos el lunes por la tarde.

—Está bien. —Me despido resignado, pero yo también creo que es lo mejor.

El fin de semana no puede pasar más lento, claro que a diferencia de los anteriores, este está lleno de gente entrando y saliendo de mi casa. Casi todos vienen a ver cómo sigo. Mi cuñado con mi hermanita que está a punto de dar a luz, Ari con Gaby y el pequeño Hans, mi familia y mis amigos han estado enojados conmigo y es difícil que me perdonaran, creo que Hans fue el más difícil de convencer y hacerle entender mi punto de vista, que a pesar que fue un maldito error, en ese momento creí que era lo mejor, los niños son tan puros que no aceptan que alguien desaparezca de sus vidas y vuelva a aparecer como si nada. Mi hermano no ha podido venir pero si hablamos por Skype.

Mi madre por fin se ve tranquila, cada día le pido perdón, a pesar que dice que no importa, que ella está feliz de que por fin he sentado cabeza, pero sé que fui un desgraciado y por mi culpa no pudo disfrutar al máximo el embarazo de mi hermanita.

TÚ, MI ESPERANZA Y MI SALVACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora