Swingers

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Y caminado por la playa, pensando en lo que iba a hacer de ahora en adelante y sintiéndome mucho mejor: ésa fue una de las razones por las que me fui de Santiago, me encanta estar frente al mar. Pero está vez no fue el mar, no fue el aire, no fue el sol, no fue la arena. Encontré a un hombre, era como un profeta. Estaba sentado en una esquina, desnudo, flaco, casi despreocupado de lo que pasaba en su entorno. Se veía feliz. Su cabello estaba largo, al igual que su barba; para ser sensato estaba un poco descuidado. Pero para ser más sensato todavía, era un hombre que tomaba sol en la playa. Conversamos sobre el mar, la vida. Él meditó un rato y sentenció:

- El mar es como la vida, tienes que entrar en él para saber cómo es.

- Tú dices que sólo viviendo se puede conocer la vida.

- Claro, algo así.

Y no sé por qué, pero se lo pregunté.

- ¿Existe el amor?

- El amor es como las olas. Están ahí.

Se han fijado que uno siempre entiende lo que quiere. La diferencia es que nunca nos han hecho creer que las olas no son peligrosas. Pero nos han hecho creer que el amor es único y espontáneo cuando en realidad inventan esas cosas para sacarte plata: tener un buen auto, invitarla a salir, gastar una fortuna en regalos y atenciones para que ella se fije en ti. Y eso es culpa de la narrativa moderna, es un juego del mercado. Uno nunca sabe si se va a llevar bien con sus padres, con sus hermanos. Nunca sabes si un amigo va a ser para toda la vida, son cosas que se construyen con el tiempo.

Y sin más se paró y se fue a caminar sobre el mar. Siendo honesto, me pareció un poco mal educado que se fuera sin despedirse. Pero siendo más honesto todavía, se fue a caminar sobre el mar en una tabla.

Esa noche decidí volver a Santiago a vivir la vida, no a buscar a alguien que me hiciera ser feliz. Si el surfista tenía razón, la felicidad iba a llegar por sí sola.


Me despertó el celular, era la Magda para contarme que su prometido la quería llevar a la cama. Si no es el sol, es la Magda. Le pregunté si le había gustado y ella me colgó. Después me explicó que le molestaba que no la entendiera, ella nunca se acostaría con alguien en la primera cita.

- ¿Por qué no?

- Eso no se hace.

- ¿Y si era el hombre de tu vida?

- Tú me dijiste que sólo quería mi cuerpo.

- ¿O sea que la culpa es mía?

- Sí.

Para perdonarme me dijo que nos juntáramos a tomar algo. Fuimos a un bar y nos sentamos en una pequeña terraza que había afuera. El día estaba bonito, empezamos a mirar la gente que pasaba.

- Mira ella es como para ti.

Una mujer vestida con pollera y blusa, con un bolso en su mano caminaba decidida, su pelo flotaba en el aire gracias al viento frío que nos refrescaba. No tanto como la cerveza.

- Ella ya debe tener a su jefe encima. Jamás se fijaría en mí... el que viene ahí es para ti.

Era un hombre de terno, con lentes, no muy atlético, pero de rostro amable.

- ¡Es un perno!

- Pero puede ser un buen padre para tus hijos.

- No, no me gusta.

- Tengo una amiga que dice que con un poco de alcohol te puede gustar cualquier persona.

Ella se tomó lo que le quedaba en el vaso al seco.

El Amor en tiempos del "Like"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora