IV

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El pelirrojo sujetó la mano del desconocido al que ahora, había puesto nombre. Se incorporó con su ayuda y, al estar de pie, no pudo evitar comparar su altura con la del hombre pues, todos solían ser mas alto que el druida. Norma que esta vez no se cumplía. Esta vez, Renly era quien le sacaba altura, aunque fuese solo un centímetro o dos, se sentía orgulloso por ello.

- No creo que sea adecuado y, estoy esperando a mi compañera, en cuanto llegue debemos partir. - 

Othar sonrió ladinamente, escondiendo sus verdaderas intenciones. El joven de cuernos de oro insistió. A la vista del de ojos cristalinos, era demasiada simpatía por parte de un extraño como para ser cierta pero, hasta el momento, no había mostrado signo alguno de ser peligroso. Por alguna extraña razón, se replanteó la invitación. ¿Es que su cabeza había dejado de funcionar? se estaba pensando ir al hogar de un completo desconocido y eso, no era propio de Renly.

Una vocecilla resonaba en su cabeza, exponiendo que la tan sola idea de acompañar a un completo desconocido y con cuernos en la cabeza no era exactamente una buena idea. De repente, escuchó un ruido a su espalda, el típico sonido que las ramas de los arbustos producían cuando alguien pasa a través de ellos. Se giró, siendo capaz de ver solamente la maza que le golpeó en la cabeza. Todo se convirtió en oscuridad.

Sus muñecas y tobillos estaban atados, incapacitados para poder moverse. Sus ojos se entreabrieron aunque, no llegaron a poder ver nada mas que una imagen borrosa. Podía notar la sangre caer desde su frente. En ese momento, se preguntó para sus adentros que es lo que había sucedido.

Entonces, una voz grave, de carácter masculino, propuso un brindis por su nuevo invitado, invitado que debería quedarse en aquel lugar junto a las demás voces que festejaban por él, el nuevo integrante de su familia.

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