Capítulo 6

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Estoy en el gimnasio con mi cuñado y con la carta escondida en mi cremallera. No quiero que el vea todo lo que me dicen, es algo completamente aterrador y que no le deseo ni a mi peor enemigo. No quiero que se alimente del veneno que habita en esa carta.

–       ¿Puedo ver la carta?

–       Te puedo ayudar –prosigue David–.

–       No lo tomes a mal, pero si yo no lo he podido resolver, ¿Qué podrás hacer tu al respecto?

Puede hacer bastantes cosas porque el fue detective, así que fallé al preguntarle eso.

–       Pues muchas cosas que ni te imaginas, que no se te olvide, que yo también estuve en tu lugar y pasé por situaciones iguales o peores por las que estas atravesando.

Era de esperar esa respuesta.

–       ¡Pero este es mi caso! ¡Este es mi problema, este es mi sufrimiento y no quiero que nadie más interceda en ello! ¿Entiendes?

Le dije casi gritándole porque no quería que fuese parte de este caso. Ya el no trabaja en el F.B.I y ya no quiero hablar con el nunca más a lo que se refiere la Criminología.

Pero él no entendía, o se hacia el incompetente.

–       Entiendo perfectamente, pero si te quedas estancado en el jueguito que te está encubriendo el asesino, quedaras como tonto, porque el superará tu mente. ¡Todos tus años de carrera están a prueba!

–       Ok, gracias por el consejo.

Parecía que había entendido.

Pero no fue así.

–       John, hermano, déjate ayudar. Muéstrame la carta.

–       Ok, pero quiero que esto quede entre tu y yo.

–       ¡Claro! Esto queda entre detectives veteranos.

–       Ok, aunque no lo creas eres el único en el que confío este momento. Eres un ex detective y aunque ya no estés cursando esta rama, tantos años de experiencia, te dejó un legado.

–       ¿Cuál de tantos? Jaja, disculpa la arrogancia.

–       La intuición.

Le enseñé la carta y noté una sensación de alegría, en su rostro. Como si estuviera recibiendo la mejor noticia de sus vidas.

En instantes me acordé de mi jefe, sobre lo que me había dicho de mi familia, pero no creo que eso suceda jamás. La familia es nuestro comodín que está allí siempre para nosotros en las buenas y en las malas. No creo que David sea un monstruo, porque solo eso lo hace un psicópata, no un ser humano con sentimientos al igual que yo.

–       ¿De que te ríes?

–       ¡Tengo la solución!

–       ¿Cuál?

–       Inventemos una trampa

Creí que David estaba perdiendo la cabeza. Cometí el error de mostrarle la carta. ¿Cómo carajos íbamos a planear una trampa a un asesino en serie? No es tonto para caer en una trampa policíaca.

Pero su idea, no estaba nada mal.

–       Ponte de su lado, compórtate como un corrupto. Infringe la ley. Habla con él. Llámalo. Escríbele. Llega a un acuerdo con él. 

–       Eso haré. Pero no estoy seguro de que todo salga a la perfección.

–       Hazme caso, hermano.

Un Crimen PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora