Estación 47

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Luisa y yo siempre habíamos tenido esa fascinación por desvelar las supersticiones de las demás personas, esas cosas que la gente atribuye a casos paranormales cuando realmente son manifestaciones perfectamente naturales, las personas se deja llevar demasiado de las sugestiones.

Bueno, el caso es que lo que Luisa y yo hacíamos era mas bien por hobbie, por pasar el rato, también por que en cierto modo nos molestaba que la gente se centrara en una idea y no se molestaran en averiguar más al respecto. Pero la gente es así. Luisa en muchas ocasiones me decía “¿Y que tal si nos encontramos alguna vez con algo real?” yo solo me limitaba a sonreír, aunque ciertamente deseaba encontrar cualquier cosa, algo que me sacara de mi monotonía.

Todo empezó gracias a que en nuestro vecindario existía un rumor. Cerca de allí existe un cementerio, y en algunas noches se escuchaban extraños ruidos y lucecitas extrañas se veían. Esto se reforzó gracias a que el cuidador de dicho cementerio tras ir a revisar de donde provenía el ruido, vio lo que describió como una figura delgada y jorobada que se alejó saltando sobre las lápidas y desaparecer en la oscuridad tan pronto lo vio.

Luisa y yo decidimos investigar una noche, recuerdo lo nervioso que estábamos. Las personas nos decían que tuviéramos cuidado, otras que estábamos dementes, bueno, el asunto era saber realmente que pasaba allí y ver si era real. Llevamos nuestras cámaras de video y fotográficas, además de linternas. Escudriñamos todo el lugar sin éxito alguno. Pero justo cuando nos disponíamos a partir un ruido llamó nuestra atención. Era como si alguien estuviera correteando detrás de nosotros. Me sobresalté al igual que Luisa quien torpemente encendía la cámara de video. Nos echamos a correr en dirección al sonido. Nos asustamos demasiado cuando vimos una silueta flaca y jorobada escarbando en la tierra aceleradamente, y de vez en cuando pequeños destellos de fuego saltaban al aire. Lo iluminé rápidamente con la linterna. El miedo desapareció. Se trataba de un indigente con problemas mentales, el cual se escabullía al cementerio todas las noches para ocultarse entre las altas hierbas para dormir. Estaba quemando papeles.

Bien, así fue cómo empezó nuestro pasatiempo. Muchos de lo que descubríamos era realmente chistoso. Supongo que por eso continuamos también, por la diversión.

Desearía que aquello también hubiera sido pura diversión. Que hubiera sido uno de esos casos que normalmente teníamos. Pero no fue así.

Luisa me había invitado a pasar el fin de semana en casa de sus abuelos, quienes vivían en una enorme casa, ésta tenía hasta piscina. Ella me decía que se la pasaba aburrida ya que los señores vivían solos y por allá no había mucho que ver. No habría ido de no haberme contado aquello.

-Vamos Roger- Me dijo –Hay rumores de una estación de metro la cual está maldita- Dijo mientras hacía un gesto moviendo todos los dedos de la mano.

-¿Ah si? ¿y qué se dice?- Quise saber escéptico.

-No se mucho- Explicó –Solo que ocurrió un accidente hace años y que esa línea ya no se usa desde entonces-

-¿Y eso la hace maldita?- Dije con una sonrisa.

-¡No idiota! Espera a que termine- Dijo golpeándome el hombro –ha habido personas que aseguran escuchan el sonido del metro pasar por allí abajo cuando pasan de noche al salir de sus trabajos o lo que sea-

-¡Vaya!- Exclamé –Bien, bien, con eso me sobornaste. Te acompaño-

Al día siguiente partimos temprano en la mañana. Tomamos el autobús. El viaje fue largo, 5 horas, es increíble la cantidad de tonterías que puedes hablar con un buen amigo. Al llegar a la casa de sus abuelos fuimos recibidos alegremente por éstos. Me miraron unos segundos y preguntaron a Luisa y éramos pareja. Ella negó entre carcajadas alegando que prefería estar con un chimpancé.

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