Juego Especial

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Juego Especial

Ámbar. No dejaba de repetir esto en mi mente.

Ahora se aclaraba todo: el collar era una herencia. La herencia de Leonor, mi yo antigua. Y la espera. Seguramente, ellas esperaban que una de estas descendientes fuera la que finalmente se quedara con Poseidón y Ámbar quisiera ser esa mujer.

―Tía, ¿juguemos Play? ―me preguntó Benjamín, tirándome de la polera para llamar mi atención. Yo estaba en otro mundo.

―¿Los tres? ―pregunté a mi vez, volviendo a la realidad.

―No, Rocío no quiere jugar, quiere ver tele.

―Si juegas tú, yo juego, Benjamín es muy fresco y siempre quiere ganar ―reclamó mi sobrina.

―A ver, juguemos los tres, pero sin trampas. ―Me dispuse a conectar el juego y a acomodarnos para jugar, ese juego necesitaba mucho espacio. 

―Juguemos a las luchas ―dijo Benjamín.

―Yo quiero jugar al tenis ―rebatió Rocío.

―¿Y por qué no jugamos a las carreras de autos? ―intervine, para que no se fuera a armar una pelea.

Los niños se miraron y rieron. Yo no era muy buena para jugar a eso y ellos lo sabían. Por sus miradas me di cuenta que estaban preparados para burlarse de mí, pero no me importaba, mientras estuvieran tranquilos y sin pelear, todo estaba bien para mí, además así me distraería.

Efectivamente, tal como había supuesto, no pararon de reírse de mí, porque mientras ellos jugaban todo el tiempo, yo había jugado muy pocas veces y no había aprendido, pero era entretenido. Después de que ya no podía perder más carreras, Benjamín me mostró un juego nuevo que les habían regalado, era de dioses mitológicos, brujos y cosas raras. Yo lo miré interrogante.

―Mi papá me lo regaló, yo no lo he jugado nunca, ¿quieres jugar?

―Juguemos ―accedí nerviosa, ahora que sabía que los dioses mitológicos existían, ya no eran un juego para mí.

El juego era de los dioses griegos, era un juego muy extraño, algo así como Furia de Titanes, donde los hijos de los dioses deben enfrentar a seres malignos que quieren evitar que el mundo sea salvado por ellos y buscan matar a los tres dioses superiores: Zeus, Hades y mi amado Poseidón. No me gustaba nada ese juego, porque lo más probable es que yo fallara en salvarlos. Mi collar se presionó sobre mi pecho. Ya lo sabía, era nada más que un juego, pero de todos modos no me gustaba que se muriera ni de mentira. Cada uno debía escoger un dios para representar en el juego. Benjamín gritó de los primeros que él quería ser Hades, porque lo encontraba más “Bakán”: tenía fuego, peleaba con todos y siempre ganaba; Rocío escogió a Zeus porque era más lindo: tenía luz, un rayo y era el dueño de todo. Esto hizo que no me quedara más remedio que me tocaría ser mi pez favorito, aunque era mucho más lindo en persona. Mi collar se apegó a mi pecho e irradió una luz esmeralda que a los niños no les pasó inadvertido.

―¡Tía!, el collar brilló! ―gritó Benjamín.

―¡Qué lindo! Es como mi conchita ―suspiró Rocío.

―Sí, a veces brilla con la luz ―mentí apretando mi collar.

―No, no es verdad ―me contradijo Benjamín―, él está contento porque tú vas a ser la diosa del mar.

Yo sonreí. A ese niño no se le escapaba nada.

―Sí, porque él está enamorado de ti ― reafirmó Rocío.

Creo que todos los colores pasaron por mi cara.

―¡Ay! ¡Qué asco! ―reprochó Benjamín a Rocío.

Una Tarde EspecialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora