➻Quince

889 129 68
                                    


¿Final? 7u7



Ahí estaba de nuevo, la misma escena repitiéndose una y otra vez en sus sueños.

El hombre llegó, por lo qué pudo ver, estaba borracho. Empujó a la mujer qué reclamaba con fiereza sus errores, diciendo y gritando palabras qué no lograba comprender del todo.

¡Otra vez...! ¡Qué educación le estas dando a...! ¡Eres un maldito...!

Y así, continuamente, hasta que el hombre se cansó, y levantó su mano, golpeando con fuerza la mejilla de la mujer. Apretó sus manos en puño, mientras observaba ese momento, como la mujer se acobardaba ante los abusos del hombre, lloriqueó en silencio.

¡No vuelvas a...! ¡Zorra malnacida!

Un golpe, seguido de otro, y otro y otro y otro...

¡Basta ya! ¡No la toques maldito!

Ahí estaba el niño de ojos verdes encharcados en lágrimas que no salían, mientras apretaba sus manos en puño, y endurecía la mandíbula.

Aquel hombre le soltó un puñetazo en el estómago, doblándolo por el dolor. Era doloroso observar esta escena, tan doloroso como estar reviviendo una escena de su anterior pasado, cuando era débil y él era el niño parado ahí, enfrente de su padre, pero con la diferencia de qué él estaría oculto bajo las sábanas, llorando hasta el amanecer, hasta que sus ojos se sacarán.

El niño advirtió, una y otra vez. La mujer era golpeada, su rostro estaba cubierto de sangre, no podía distinguir bien sus caras. Abrió los ojos desmesuradamente cuando miró el cuerpo del hombre flotar, mientras se agitaba como gusano con sal, tratando de salir, de escapar. Su cuerpo impactó con fiereza en la pared, salpicando sangre por todos lados y el niño... Sonrió, pero esa sonrisa se desvaneció, tan rápido como salió, la mujer gritó espantada, totalmente impactada.

¡Eres un monstruo! ¡Qué has hecho! ¡Sebastián!

¡RUBÉN MATASTE A TU PADRE!

Aún podía verlo mientras se aferraba a su almohada. Lloraba, lloraba como descosido, presionando su boca en esta, tratando de silenciar sus berridos de dolor. Era tan feo, tan doloroso saber la realidad, todo se revolvía en su cabeza, como un huracán lleno de pensamientos y teorías, cada uno intentando revelar la verdad. Sus hombros convulsionaban por las lágrimas que salían como torrentes cascadas, y aquel dolor en su pecho se extendió hasta su cabeza, a fuertes punzadas. Su respiración fallaba y juró que en cualquier momento caería al suelo de boca si no se para a tomar aire. Crispó sus dedos en la colcha, sintiéndose realmente mal. Bajó los pies al suelo, intentando formular un llamado para su madre y esta viniera a ayudarle o al menos que le trajera algo de agua. Al dar los primeros pasos a la puerta, sus ojos se cegaron y su cuerpo se debilitó hasta dejarlo en el suelo, cayendo de sentón con fuerza. Sus manos tantearon algo para poder ponerse de pie, pero al no lograrlo, quedó inconsciente en el suelo.

Cuando despertó, frente a él, Rubén estaba cogiendo su mano, con los ojos perdidos y estos soltando lágrimas. Fijó sus ojos a la ventana para adivinar qué horas eran; el sol apenas salía, se podía ver ese color rojo rosáceo a lo lejos, iluminando el rostro ido de su pareja. Sin cuidado apartó el agarré de Rubén de un fuerte movimiento, que hizo entrar en razón al castaño, que pestañeando volvió sus ojos esmeralda hasta Miguel. Asintió resignado al rechazo del pelinegro, sabía que antes pediría explicaciones, o al menos un tiempo y un espacio. Obviamente estaba dispuesto a dárselo, después de todo, no es fácil digerir algo como eso.

Uggh...—gimió adolorido cuando se enderezó en la cama, su cabeza aún daba vueltas y apenas se adaptaba a la luz. Rubén le ayudó a acomodarse, pero nuevamente, Miguel, apartó de un manotazo las manos del castaño. — ¿Qué coño haces aquí? —preguntó cuando logró acomodarse en los almohadones, su voz sonaba cansada, ronca y afónica. Carraspeó intentando aclararla, pero sintió un extraño escozor en ella. Rubén se quedó en silencio, unos segundos después, habló.

—Tuviste un ataque de pánico, ayer... en la noche. Cuando... hummm... Cuando colgaste, vine lo más rápido posible. —informó, jugueteando con sus dedos. El cuerpo del menor se estremeció en ligeros escalofríos gracias a la ventana de la habitación que yacía totalmente abierta—Entré por ahí. —apuntó hacia ella con vergüenza, y se levantó hasta allá para poder cerrarla. Miguel enarcó una ceja confundido. —Fue difícil, puesto a que estas en segunda planta, tuve que ideármelas. —soltó una risita juguetona al recordar cómo había trepado por ella, que no fue correspondida, por supuesto. Miguel seguía con aquella mirada impregnada en seriedad frustrante para el mayor. —Te encontré ahí, y me asusté mucho, pensé...

—Ya puedes irte. —dijo, mirando la desilusión en el rostro de Rubén. Se reacomodó en el colchón, sintiendo su espalda tensa.

—Quiero explicarte....

—No necesito tus explicaciones, es más, no me tendría que importar, son tus problemas. Perdóname por haberte despertado y verte traído hasta aquí, ahora quiero seguir durmiendo, ¿Podrías irte? —sus palabras salieron atropelladamente, buscando un poco de calma a todo lo que había pasado en una noche, se sentía realmente cansado tanto emocional como físicamente. El rostro de Rubén mostró sorpresa, pero había venido para aclarar las cosas, no para joderlas más, así que bajó el rostro y comenzó a hablar sin importarle si Miguel quería o no.

—Él la golpeaba día y noche, Miguel. Él no tenía corazón, la dejaba noches completas en la calle, cuando se enfadaba, le escupía palabras tan... bajas, la humillaba, la engañaba, yo no podía... simplemente no podía quedarme sin hacer nada, por favor...

—He dicho que no me digas nada. —interrumpió, mirando al frente. Sus ojos se llenaron de lágrimas lastimeras al tratar de aquella manera al chico que había logrado meterse a su corazón y que ahora lo había hecho trisas con la maldita realidad de lo que en verdad era.

—Sé que eres el otro niño. —Miguel abrió los ojos sorprendido, entornando sus ojos ahogados en lágrimas hasta los de Rubén, que por alguna razón se mantenían firmes al vacio. Creyó saber que era un secreto todo su pasado, eso quería decir que realmente también el castaño había tenido el mismo sueño. Jadeó soltando las lágrimas atoradas y cubrió su rostro para que su acompañante no lo notara, pero el corazón de Rubén se encogía y dolía al escuchar los berridos de dolor que el amor de su vida trataba de cubrir con sus manos. —Sé qué me entiendes, lo sé perfectamente.

Finalizó, levantándose de su asiento para comenzar a caminar hasta la ventana. El llanto de Miguel no cesó, siguió con más fuerza que antes, destruyendo aun más el pequeño corazón oscurecido de Rubén, y cuando ya no sintió presencia de nadie en su habitación, gritó con tanta fuerza que enseguida escuchó los toques apurados de su hermana y madre en la puerta. Vacio, así era como dos corazones se quedaban después de tirar la última piedra, una realidad cubierta, que Rubén juró haber confesado hace mucho, pero para su suerte, el dolor del amor pegaba tan fuerte que a la mañana siguiente, un arma fue disparada en su casa, acabando con una vida, acabando con el sufrimiento de una persona que sólo había intentado ser alguien, adaptarse a la sociedad, pero dañó a una persona que juró proteger, y eso no se lo podía perdonar.




Ay jesú vuelvo con todo en este capítulo DDD: dale like y suscríbete, es gratis. No olvides dejar tú comentario agresivo y lleno de odio en la sección de comentarios xdddd ya pues, chau.


Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 10, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

s c a r e d ↮rubelangel™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora