Capítulo 10
Al día siguiente en clase, todos me miraban como si fuera una loca. No, no era por el pelo verde. Si, si había intentado teñírmelo más tarde con esas tinturas baratas que se consiguen en las farmacias abiertas las 24 horas. El resultado no había sido el más deseado, pero igualmente lucía más civilizada con un color violeta oscuro. Probablemente todos se estaban curioseando qué demonios le había pasado a mi llamativa melena pelirroja, pero por suerte no preguntaron. De haberlo hecho, seguramente los mandaría a la mierda.
Ben fue el primer valiente, omitiendo a mis amigas, en saludarme en el pasillo. Yo sabía que se moría de incógnito, pero no tenía la intención de dar explicaciones. Mis hermanos me habían molestado (cómo no), pero luego de un par de amenazas las aguas se tranquilizaron. Mi leal grupo de adolescentes con las hormonas demasiado alteradas (también conocido como mis mejores amigas), reaccionaron cada una a su manera: Leslie parecía en shock, Charly estaba a punto de ir a matar a las culpables de tanto lío, Ashley casi se hizo pis de la risa, Cher pensaba una manera de solucionarlo y a Betty, sorprendentemente, le gustó mi cabello mohoso.
A Brenda Coth y sus secuaces no las volví a ver hasta la noche del sábado, cuando quisieron entrar a la fiesta de despedida de Les.
—Bonito cabello. —Sonreía con hipocresía.
—¿Sabes que se anda comentando? —Preguntó inocente la zorra morocha que vivía detrás de Brenda. Hasta donde sabía, se llamaba Madison y mi hermano Wess estaba loco por ella.
—¿Qué cosa? —Gwen, al ver que iba a contestar con algún comentario inapropiado, se adelantó.
—Que lo que hizo fue por una apuesta. James y Jack están recorriendo el rumor de que, como perdiste un reto con Liam, te teñiste el pelo. No se sabe bien cuál era el desafío, pero todos suponen que era tirarte a Hans antes del sábado. —Y eso fue lo que rebalsó el agua del vaso. Instantáneamente me lancé sobre ella, y como estábamos en la puerta del gimnasio, ambas caímos al piso. Yo sobre ella. Lo primero que hice luego de aterrizar, fue darle una cachetada tras otra, con mucha fuerza. Mi contrincante, para alejarme, jalaba de mis pelos hacia arriba y los costados. Me encontraba como poseída por el diablo, porque, sin medir las consecuencias, comencé a dañarla verdaderamente. Le rasguñaba la cara y le pellizcaba el cuello. No me había dado cuenta de la fuerza que había empleado hasta que nos separaron y pude ver las lágrimas brotar de sus ojos.
Todos le estaban poniendo atención a ella, y me percaté de la sangre que se resbalaba desde su frente y todas las marcas en su rostro. Si no fuera porque Hans me estaba sosteniendo firme desde atrás, hubiera perdido toda mi dignidad y le habría pedido perdón, que haría cualquier cosa para reemplazar su dolor.
Obviamente, la fiesta se suspendió después de esto, y los que habían asistido me miraban echándome la culpa. Fue horrible, porque hasta Charly se enojó conmigo.
—¿¡Es que no puedes comportarte bien por una vez en tu vida!? ¿¡Ni siquiera por los demás!? Cada vez me sorprende más la necesidad de atención que tienes. —Así me dijo textual, frente todo el mundo, dejándome como una idiota. Fingí no haberla oído, pero en realidad esas palabras me estaban matando.
Cuando se dio media vuelta, dejé caer una lágrima.
—Hans, déjame ir —murmuré. Él no me había soltado desde que frenó la pelea.
—No, quiero que conozcas un lugar —contestó. No me dejó ir en ningún momento en la caminata que tuvimos.
Era la una de la madrugada y la luna brillaba en el cielo. Nunca me hubiera imaginado esa situación: yo caminando con el chico que me gustaba físicamente en la mitad de la noche. Pensé que para el simplemente no existía, o era una fanática menor que él. No me sentía suficiente a su lado. Mi acompañante era una muy buena persona, que se ocultaba bajo una fachada de chico malo para que no lo lastimara, porque ya había sufrido suficiente como para seguir sintiendo. Yo lo comprendía perfectamente, me pasaba algo parecido. Se suponía que tenía amigas perfectas, que me amaban y me aceptaban como era. Pero eso era mentira, nunca mostraba mi verdadera personalidad cuando estaba con ellas. Hacía lo mismo que Hans en esas situaciones. Usaba mascaras. Y siempre había optado por la de intocable y suficientemente perfecta para cualquier persona. Pero la realidad era que siempre fui exageradamente sensible.
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Todos contra todos: La batalla recién comienza - PAUSADA
فكاهةLos profesores las aborrecen, las de primer año las detestan y los de quinto las admiran. Ellas superan los obstáculos como en la guerra, todas juntas y unidas. Pero no todo es color de rosas. Las jóvenes de los cursos inferiores, se dedican en tie...