La felicidad es un estado de ánimo momentáneo, un subidón de adrenalina cuando la persona que quieres te manda un mensaje bonito o cuando ves que todo el esfuerzo que has puesto en algo, finalmente ha dado resultado. Nos empeñamos en pensar que la felicidad es algo prolongado en el tiempo, que una vez que la encuentras, va a durar eternamente. Nadie puede deciros que siempre ha sido feliz, y si alguien lo dice, es que está mintiendo. La felicidad es bonita, pero también es corta. Se basa en las pequeñas cosas, en los planes de improvisto que te descolocan, pero que al final son los que más disfrutas. En mirar a tu alrededor y ver a la gente que quieres, a tu lado. En coger un autobús e irte a explorar algún lugar, en conocer gente nueva que te aporte cosas buenas y te haga verlo todo desde otro punto de vista. Tenemos que dejar de darle mil vueltas a todo, de tratar de encontrar el por qué a las preguntas que no tienen respuesta y de querer que nuestras vidas sean como nos las pintan en las películas. Porque una cosa es la ficción y otra la realidad. Necesitamos tener días malos, para darnos cuenta de lo buenos que son el resto. Necesitamos ver quiénes están con nosotros en las buenas, pero tambien quiénes lo están cuando no estamos bien y queremos que alguien nos anime y nos diga lo mucho que valemos. Necesitamos tropezarnos una y mil veces con la misma piedra y darnos cuenta de qué deberíamos cambiar y en qué podríamos mejorar. Porque al fin y al cabo, los fallos cometidos en el pasado nos ayudarán a mejorar y madurar en un futuro, tanto por fuera como por dentro. Así que ama, sueña, lucha por lo quieres, enfádate, ríe hasta que duela. Pero sobretodo, disfruta, y que no te engañen, que la realidad es diferente a las películas. Pero el grado de diferencia lo pones tú.
