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Mery
Volví a soñar con el hombre, el perro y su sangre. El olor a sangre se sentía, y mis manos estaban manchadas.
Abrí los ojos, respirando con irregularidad. Todo estaba oscuro todavía, y Chad dormía.
Echaba de menos las noches en las que me despertaba asustada, y él me abrazaba. No era que yo lo necesitase para sentirme bien; solo me gustaba su compañía, y la echaba de menos.
Me senté en la cama, tomando mi largo cabello hacía atrás, para sujetarlo. Lo tenía muy largo, casi me llegaba a los glúteos y cada que había una prueba me negaba rotundamente a cortarlo; no me gustaba.
Respiré profundo, mirando la luna por la ventana, añorando cada vez más, estar fuera. Esta preocupación que apretaba mi pecho a fuera no se sentiría, todo sería más sencillo, yo cambiaría, la vida mejoría al cien por ciento.
Apreté la garganta sintiendo las lágrimas recorrer mis mejillas, por favor, solo quería terminar con estas pruebas, salir, ser libre, vivir con mi familia.
Ser feliz.
...
Los alimentos ya no eran tan malos, entre más tiempo pasaba, mejor era el alimento, y de variedad. Ya habíamos probado frutas enteras, verduras y pollo.
Incluso nos daban pudin de postre, y era muy sabroso.
Había cosas de las que mis padres hablaban que moría por probar, tales como el chocolate, el pastel, carnes, bebidas burbujeantes y algunas alcohólicas.
Habían servido sopa de pollo, y un vaso de agua fría.
—Sigo pensando que la prueba será sobre el físico —comentó la chica de la vez pasada, pero está vez, hablando con todo el grupo de nuestra mesa.
No giré la mirada para que no sienta que le tomó importancia a su cantaleta, me importaba en lo más mínimo.
—Lo dudo —mencionó Chad—, la presidenta es horrenda.
Todos rieron. Y aunque era cierto, la mujer lucia extraña, pero seguro sería por la infinidad de cosas que se ponía en la cara y en la cabeza. Aunque antes pensaba que era bonita, mi pensamiento cambió con el tiempo. Cada que la volvía ver, se veía más deforme.
Y después de ahí, no recordaba a alguien realmente feo.
—¿Qué pasa Mery? —inquirió la chica, de la cual ni siquiera sabía su nombre o numero—, ¿estás preocupada por la prueba?
Volteé los ojos, mirando mi sopa mientras varios se reían. Me tenía harta.
—Tú también deberías estarlo, Lynn —soltó Chad, quitando la sonrisa de la tal Lynn.