Capítulo IV - Juramento
Haiiro con cada entrenamiento quedaba exhausto y a veces se hacía daño en las manos y brazos con la espada, sin embargo, eso no se comparaba al dolor que le causaba no poder hablar con Hiroki porque estaba molesto con él.
Hiroki, por su parte, no estaba muy diferente, puesto que también se encontraba triste; la mayoría del tiempo lo pasaba dentro de su habitación, solo, porque no quería ver a Haiiro, pero a su vez sí.
Una noche Hiroki no podía dormir.
Se levantó de la cama y caminó por el pasillo hasta el jardín del castillo; al acercarse escuchó unas voces.
En silencio caminó y asomó la vista para ver de quiénes se trataba.
Allí, a la luz de las estrellas y un cielo nocturno, se encontraban sentados en el pasto su padre Kei y Haiiro.
— Yo no podré hacer que me hable de nuevo... ¿Verdad?— El felino tenía la mirada perdida en el cielo— Me siento una mala persona ahora.—
— Tú no eres una mala persona, Haiiro. Tus intenciones son sinceras y eso es algo digno de admirar...—
— ¡Pero yo no quiero que me admiren!— Exclamó. Su voz comenzaba a quebrarse— Yo... Sólo quiero hacer feliz al Príncipe... Y no sé como.—
Haiiro comenzó a soltar lágrimas y Hiroki lo observaba desde la puerta del jardín, sosteniéndose del marco de ésta con las manos temblorosas; él también había comenzado a llorar.
— Realmente te duele demasiado, ¿No es así?— Preguntó Kei con su voz tan tranquila como siempre.
— Mucho...—
— Entonces díselo.—
— Pero él... Él no quiere ni verme.. Ni escucharme... Él me odia...—
El joven Príncipe ahora se encontraba sentado en el suelo, soltando lágrimas a más no poder.
— Yo sí quiero verte y escucharte Haii...— Susurraba entre llantos — Yo no te odio... Yo te amo, Haii.—
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Él jamás había llorado de tal manera. Jamás había llorado hasta caer dormido.
Haiiro y Kei hablaron casi hasta el amanecer y cuando fue hora de irse, Haiiro se encontró con el cuerpo del Príncipe que yacía dormido en el suelo antes de llegar al jardín.
Sorprendido, el peligris tomó al pequeño en brazos y lo llevó a su propia habitación, ya que a él no se le tenía permitido ingresar en las habitaciones de la realeza.
Una vez que acostó al Príncipe en su cama comenzó a observarlo.
— Déjeme cuidarlo, por favor.— Susurró al verlo dormir tan plácidamente.
En verdad era tormentoso para él. Tan sólo pensar en que alguien le hiciera daño a ése niño... No, no podría soportarlo.
Haiiro llevó una mano delicadamente al rostro del Príncipe y acarició con ternura su mejilla. Paseó con suavidad su dedo pulgar sobre ésta hasta llegar al extremo de su labio.
— Haiiro...—
Fue entonces cuando se dio cuenta que el joven de ojos cafés había despertado y lo miraba.
Ninguno dijo nada. Hubo un silencio sepulcral en ésa habitación. Sólo se escuchaba el leve sonido de ambas respiraciones y el crujir del viento y las hojas afuera del castillo. Él retiró la mano de su mejilla lentamente.
Ambos mantenían la mirada fija en los ojos del otro, como si en cualquier momento fueran a perderse para siempre.
— Perdóneme.—Dijo en un susurro casi inaudible.
Aquellos ojos color avellana se volvieron cristalinos y esos labios rosados y finos comenzaron a temblar. Sin dejar de mirarlo hizo un movimiento de afirmación con la cabeza mientras por sus mejillas rodaban finas lágrimas.
Ésa madrugada, Haiiro le juró al Príncipe Hiroki que siempre lo protegería.
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My Little Prince
RomanceHace mucho, realmente mucho tiempo, existieron Reinos cuyos habitantes tanto de la realeza como del pueblo pasaron por muchas situaciones y sus vidas fueron extraordinarias, dignas de leer o escuchar. Aquí encontrarán sus historias, contadas tanto p...