12. De vuelta a Bónum Dómum

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     Adler Cooper se despertó muy tarde el día 1 de Julio. El sol ya brillaba muy alto en el cielo y los niños y niñas jugaban en el parque de Cluain Lorcain y los adolescentes reían y coqueteaban sentados en diferentes bancos. Adler se asomó por la ventana y los vio, pero John Gretsch no estaba entre ellos. Llevaba días sin salir de su casa, encerrado entre esos muros pensando en su incierto futuro. El Gobierno de Magia no había vuelto a enviar ningún Nuntius avisando de algún castigo o multa por lo que había hecho, lo que le preocupaba mucho más.

     Adler había ido a visitar a John un par de veces desde lo ocurrido en Bónum Dómum, pero el chico no había dicho ni una palabra. Estaba traumatizado, rodeado de oscuros pensamientos que rondaban con rapidez por su cabeza. Su hermano Ryan tampoco había salido mucho de casa, ya que se había quedado cuidando de su traumatizado hermano, así que Adler también tuvo que quedarse en casa con su tío y su abuela.

Aquel 1 de Julio por la mañana, Adler se levantó sobresaltado. Una pesadilla le había asaltado mientras dormía, una pesadilla en la que aparecía una silueta oscura y misteriosa que se acercaba cada vez más a Adler. Cuando despertó, el joven mago supuso que aquella silueta pertenecía a su padre. O a Sapientem, tampoco estaba muy seguro. Lo único que sabía era que tenía que encontrar a su padre para matarlo.

Adler bajó de su cama, se puso sus zapatillas y bajó a la cocina, donde se encontró a su tío sentado junto a la mesa con una taza de café en la mano.

-Buenos días, Adler... -dijo Frank moviendo la cabeza como saludo.

-Buenos días... -contestó Adler devolviéndole el saludo.

El chico sacó una taza de un armario de la cocina y echó café en ella, cogió un terrón de azúcar de un cuenco que había colocado su abuela Mary junto al microondas y se lo echó en el negro café.

-¿Café? -preguntó Frank extrañado.

-Es que no he dormido bien... estoy muy cansado... -contestó Adler mientras se sentaba en una silla frente a su tío.

-¿Cómo así?

-¿Perdón? -preguntó Adler algo despistado y dando un sorbo al café.

-Digo que como así has dormido mal...

Adler miró la cansada cara de su tío. Iba a decirle lo del sueño, pero pensó que bastante preocupado estaba ya su tío como para que ahora le dijera que había soñado con la figura de su padre acercándose a él listo para matarle...

-Los grillos... -su tío Frank puso cara de asombro- No han parado de cantar en toda la noche...

-Vaya, no me esperaba esa respuesta... -contestó Frank dando un ultimo sorbo al café y levantándose para llevarlo al fregadero.

Adler vio cómo su tío fregaba la taza con lentitud y desánimo. Frank dejó la taza a un lado de la pila, boca abajo, y empezó a salir de la cocina para ir al salón. Entonces Adler dijo:

-¡Tío Frank! -su tío se detuvo en mitad del pasillo y se giró para ver lo que quería su sobrino- Quiero volver a Bónum Dómum...

Frank palideció al instante. Se quedó en mitad del pasillo unos segundos y después se acercó lentamente a su sobrino, aún sentado junto a la mesa de la cocina.

        -¿Para qué quieres volver?

        Adler miró la inexpresiva cara de su tío Frank, llena de misterio e ira.

        -Quiero ver la celda en la que estuvo encerrado mi padre...

        Frank no dijo nada. Caminó frente a Adler y se sentó de nuevo en la silla donde se había tomado el café, en frente de su sobrino.

        -¿Qué piensas encontrar allí? -preguntó Frank.

        -Pistas. Sobre el paradero de mi padre, tal vez podamos averiguar algo...

        -Seguramente haya Vigílumos investigando la celda. Estos policías mágicos están presentes siempre que ocurre algo en el Mundo de la Magia... -dijo cortante su tío.

        -También estuvieron presentes el día que mi madre y padre desaparecieron y no lograron nada. No descubrieron quién era mi padre, ni supieron donde estaba el cadáver de mi madre. Pero yo soy su hijo, tío Frank. Por favor, necesito volver a Bónum Dómum...

      -Ni hablar. No volverás allí. Lo que faltaba es que la prensa mágica nos vea merodeando por los alrededores de Bónum Dómum... Luego se abren sospechas, Adler, y tú eres hijo de la Mano Derecha de Sapientem. Si te ven allí podrían sospechar de que tú también seas un Mago Negro como tu padre...

       Adler no dijo nada. Su tío le miraba con preocupación, intentando dar con los pensamientos de su sobrino.

        -Tío Frank, necesito ver la celda de mi padre...

        -Yo te he dicho que no puedes ir. ¡Y se acabó!

        Adler miró la cabreada cara de su tío y entonces se levantó de la mesa, poniéndose frente a Frank lleno de ira:

         -¡Eres un cobarde! ¡Mi padre se ha fugado, posiblemente a matar más personas inocentes! ¡Y tú te refugias en tu casa para poder llorar y lamentar todos esos años que has sido engañado por tu propio hermano!

         Frank no dijo nada. Se quedó en silencio, observando la faceta de su sobrino que jamás había llegado a conocer. Los labios de Frank empezaron a temblar y Adler lo notó.

        -Tío Frank... por favor... -Adler se agachó y se puso en frente de su tío- Necesito ver la celda. Presiento que... que encontraremos algo allí...

        Su tío no dijo nada. Seguía mirando los brillantes ojos de su sobrino, llenos de bondad y tristeza. Puso su mano en la cara de Adler y le acarició con ternura, aún con la mirada sobre sus ojos.

       -Por favor, Adler... -dijo Frank con la voz entrecortada y los ojos llenos de lágrimas- No dejes que me lleven allí abajo, a la celda de tu padre... No podría ver el lugar donde ha estado encerrado mi hermano tantos años...

       Frank dejó caer una lágrima por su mejilla y rompió a llorar. Adler miró a su tío con el corazón hecho pedazos y dijo:

-No dejaré que bajes a la celda de mi padre, tío Frank. Te lo prometo...

Frank se levantó, y con él se levantó Adler. Los dos se unieron en un abrazo, y Frank lloró sobre la espalda de su sobrino.

-Te quiero mucho Adler...

-Yo también a ti, tío...

Estuvieron abrazados durante varios segundos. Después Frank se separó de Adler y le dio unas palmadas en el hombro mientras se dirigía a la salida de la casa y decía:

-Cógete una sudadera, hace un poco de frío...

Adler subió a su habitación, se puso la ropa, una sudadera, se despidió de su abuela diciéndola que no comerían en casa y salió a la calle para meterse al coche de su tío. Frank arrancó el coche y emprendieron rumbo a Bónum Dómum por segunda vez...

ADLER  COOPER  1 : y el Misterio de la Espada DesaparecidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora