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Se había divertido mucho con Roberto, no recordaba cuál fue la última vez que se había reído tanto, ya quería que llegara la próxima clase con él.

Cuando llegó a su casa tuvo suerte y ni su tía ni Luis estaban, así que hizo la rutina y luego se encerró en su cuarto, como siempre. Estaba
mirando el familiar techo con esa
nueva sonrisa que ahora era común en ella gracias a cierto chico que la hacía feliz, era otra, nunca se imaginó todo lo que la estaba pasando.

No tenía tarea de clase pendiente ni nada así que su única tarea era pensar en él, en Roberto. Estaba algo impresionada, la casa de Roberto era un poco mas enorme que la de Luis o más , la verdad es que estaba impresionada. Ahora que lo recordaba, normal que cuando vino por primera vez a su casa (en realidad la de Luis) no se haya impresionado para nada ya que él está acostumbrado a las casas estilo "es tan grande porque vivimos cincuenta dentro" cuando en realidad viven cuatro personas. Pero de todo lo bonita que era esa casa, lo que más la gustaba era ese enorme árbol a la esquina del jardín con césped artificial, era hermoso, en el internado aprendió mucho de jardines, huertos y bosques ya que siempre ayudaban en esas tareas y como el colegio estaba situado en un pueblo con abundante vegetación pues la variación de árboles era común ahí, por eso es muy difícil que vea un árbol y no lo reconozca. Tal y como vio el árbol supo que era un Naranjo.

Después de la hora entera que pasaron hablando de binomios se fueron a sentar bajo el árbol y jugaron a las diez preguntas, quiso aprovechar esa oportunidad para preguntarle por si tenía novia o cosas más íntimas pero estaba tan feliz que sólo le preguntó cosas como si tenía hermanos, si le gustaban las naranjas, si fue él quien plantó el árbol que tenían encima y otras tonterías más. –se río al recordar las caras de "¿en serio?" que ponía Roberto cada vez que ella le hacía una de esas preguntas que siendo tan tontas el respondía con esa sonrisa en los labios, esa sonrisa que la dejaba tonta.

El ruido del claxon de un coche la hizo salir de su burbuja, supo enseguida que se trataba de su tía, ya que Luis salía un poco más tarde.
Bajo las escaleras de dos en dos, tenía que hablar con su tía antes de que se meta en su cuarto a descansar. Cuando la divisó esta todavía estaba bajando de su coche, corrió hacia ella, cuando estuvo frente a ella se puso nerviosa, bajo la cabeza, gesto muy común en ella cuando se sentía intimidada por alguien, en este caso por su tía, la cual la miraba expectante esperando lo que quería su sobrina.

— Buenas noches tía Raquel.

— Hola María, ¿qué quieres?

— Eeemm,... Tía Raquel, te quería pedir... —la sudaban las manos, no   Se imaginaba que sería tan difícil pedirle algo a su tía, comenzó a retorcerse los dedos de la mano para así intentar reducir sus nervios.

— ¿Qué cosa?, habla porque estoy cansada y no tengo toda la noche.

— Tía María por favor quiero un teléfono

— Para qué si en la casa hay suficientes, y todos con el saldo necesario. —su tía la miraba con desconfianza, no entendía a qué venía ese interés por tener un teléfono ahora.

— Me refiero a uno personal, un teléfono móvil para mí, por favor —habló suplicante

— ¿Para qué? ¿Por qué este interés repentino en tener un teléfono para tí?

— Por favor, haré lo que me mandes, por favor

— Ok, te lo compraré mañana, así por lo menos te tendré vigilada. Pero no quiero nada de chicos eeh, que muchas aprovecháis eso de los teléfonos para salir con chicos.

— Claro que no Tía. Gracias, gracias, gracias —tenía una sonrisa épica en la cara, estaba feliz, por fin tendría un teléfono, pero lo mas importante, por fin hablaría con Roberto a todas horas.

Se fue dando pequeños saltos hacia la casa, parecía una niña pequeña a la que le acababan de regalar su muñeca Barbie favorita.

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Por fin tenía su teléfono en sus manos, era un Samsung Galaxy S5, era muy bonito, su tía la dijo que no se lo compró, el teléfono se lo regaló Luis hace tiempo y como ella tenía otro lo guardó por si acaso. Entonces cuando María la pidió un teléfono se lo dio sin rechistar.

Estaba en clese, en ese momento les tocaba Dibujo Artístico, era muy buena dibujando, gracias que la profesora esa vez les dijo que cada uno dibujase lo que quería pero que luego expondría su dibujo y diría las razones por las que lo hizo.

María tenía ya medio dibujo hecho, el dibujo era algo raro pero ella misma sabía lo que estaba haciendo.
Cuando terminó su dibujo lo pintó, miró el dibujo con una sonrisa de lado. Su compañera de al lado la miraba raro.

El dibujo mostraba una niña de unos nueve años con el planeta Tierra entre las manos, la niña tenía la cara sucia de lágrimas de sangre y estaba encerrada en una jaula. Cualquiera que lo miraba se asustaba pero ese era su dibujo, y estaba orgullosa del resultado.

Durante la clase sus compañeros iban exponiendo sus dibujos, cuando llegó el turno de Roberto prestó atención.

— Buenos días compañeros, con mi dibujo intento mostrar la importancia de la música, como veréis es un Cómic, en la primera imagen se muestra a una chica triste y solitaria, en la segunda está la misma chica llorando, en la tercera la misma chica deambulando por las calles, en la cuarta se le acerca un chico y la propone escuchar una música pasándole uno de sus audífonos, en la quinta se muestra a la misma chica con una sonrisa en el rostro, en la sexta se la ve bailando al ritmo de la música y se la ve feliz. Con todo esto intento explicar que la música es el mejor fármaco contra la enfermedad de la tristeza, sólo es cuestión de escuchar la música perfecta en el lugar perfecto y por eso he hecho este comprimido con una nota musical encima, para simbolizar mi lema, "la música es la mejor medicina". Gracias.

Toda la clase aplaudió, incluso ella, la idea era fantástica, a ella muchas veces la música la ha relajado.
Siguieron pasando más y más compañeros hasta que llegó su turno, estaba un poco nerviosa, la exposición se hacía en frente de toda la clase, tendría todas las miradas sobre ella, y como ya se sabe se sentía intimidada.

Carraspeó y luego habló procurando que su voz salga firme y que no se notara sus nervios.

— Buenos días a todos, —mostró el dibujo que tenía en manos y prosiguió— con este dibujo intentó simbolizar lo que sería o es la vida, en ella se muestra a una chica con el planeta Tierra el las manos, muchos usamos la frase "tengo el mundo en mis manos", sí, todos tenemos el mundo en nuestras manos, pero pasa que estamos encerrados en una jaula, cada barra de hiero de esta jaula representa nuestros defectos y malas costumbres, (ambición, odio, prejuicios, maldad, orgullo, etc.). En resumen, con este dibujo quiero mostrar que puedes tener el mundo como lo quieras tener, pero mientras que no vivas tu vida sanamente te encerrarás en tu propia cárcel y de nada te servirá poseer el mundo. Gracias por la atención.

Toda la clase estaba en silencio, ningún murmuro, miró a toda la sala y todos la miraban con atención, -¿tan mal he estado?- se preguntó a sí misma, sus nervios aumentaron y cuando estaba a punto de ir a sentarse avergonzada la sala se llenó de un repentino ruido, la estaban aplaudiendo, unos hasta se pusieron de pie.
No se lo creía, les había gustado -se río internamente- estaba muy orgullosa. Se fue a sentar y la clase continuó con las exposiciones.

Al final de la clase la profesora dio a cada uno su nota, a ella le tocó un nueve con cinco en el dibujo y un diez en la exposición.

El timbré sonó indicando el final de la jornada. Salió de clases y se dirigió a la salida.
Cuando estaba a punto de salir vio a Roberto y le saludó agitando la mano de un lado a otro. Él se acercó a ella con esa sonrisa en los labios, esa sonrisa que transmitía tranquilidad.

— Enhorabuena señora profesora Ana —se río y ella también— muy buena exposición la de hoy, no deja de impresionarme.

— Usted tambien señorito alumno —se volvió a reír— enhorabuena por su presentación.

— Gracias profe —la guiñó un ojo— ¿hoy tenemos clases?, ahora no podré, ¿podemos quedar más tarde?

— No pasa nada, quedamos más tarde, ¿me pasas tu número?, así me avisas la hora.

Se intercambiaron los número y él se despidió de ella dándole un beso en la mejilla seguido de una de esas sonrisas que la dejan perdida.

El Sonido Del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora