Las dos guerras

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-Así que eres un Íbato.

·Así es, he venido para que me cuentes información sobre los Íbatos. Un orco me contó que usted sabía mucho sobre mi raza.

-Sé incluso, de quien eres hijo. Tu madre luchó junto a mi después de la guerra de las razas. Ella vino pidiendo ayuda para que sacasr a su amado de una prisión en un reino que no recuerdo. Pero en esos momentos al igual que ahora nosotros disputamos batallas entre mi reino y el de Ruthiel. Por eso no puedo enviar a mi ejército. Necesito defender mi ciudad. Si tu madre nos ayudase nosotros también lo haríamos. Estuvimos con ella durante meses. Todo parecía perfecto ella era una gran guerrera hasta que un día en una batalla, encontré su cadáver junto a su daga y la recogí para ti.

·No entiendo nada. Yo venía a hablar sobre los Íbatos no sobre mi madre. ¿Por qué me abandonaron mi padre y mi madre?

-De los reinos más cercanos al de Íbata era ese el menos corrompido.

·Ahora ¿Me podrías contar algo sobre los Íbatos?

-Los Íbatos podéis vivir tantos años como cualquier elfo, teneis la fuerza de los enanos, la dureza de los orcos y todas las habilidades de todas las razas. Por esa razón el reino Íbata se conocía por el reino de las razas. También tenéis habilidades especiales aprendeis rápido las artes de combate, no os cansais nunca y aunque no podéis leer otros idiomas sin aprenderlos los habláis sin conocerlos.

·Volviendo a lo de antes. ¿Una daga de mi madre para mi?

-Exacto, tú madre siempre supo que tu serias un valiente guerrero. Y una vez me dijo que tu la heredarias tras su muerte. Aunque fuese de esta forma.

Idirian fue hasta un expositor y cogió una daga de 30cm de hoja y 10cm de mango. Entregando así su daga a su verdadero dueño.

-Aquí te entregó la daga que perteneció a tu madre.

Luego Idirian se fue de la habitación y Lenoder se quedó contemplando la daga.

El hombre fue al castillo para hablar con el rey Idirian, cuando se encontró de nuevo a Ariem en el castillo.

-Buenos días Ariam.

-Mi nombre es Ariem. ¿Qué haces aquí?

-He venido a pedir ayuda y la voy a conseguir.

-Idirian ya dijo que no iba a ayudar.
Jamás te entregará su ejército.

-Soy muy convincente.

-Eres un ignorante, eso es lo que eres. No te va a ayudar.

-Acabó de salir de un lugar en el que me han bañado, frotado con una hoja y me han dado bebidas. Además de buen alimento. Así que aprende a tratar bien a la gente ,orejitas.

-Puedes intentarlo , total no lograrás nada.

Ménethor habló con Idirian en la sala del trono ante guardias y su consejero real.

-Mi señor, usted sabe que Laurien es malvada. Necesitamos ayuda para destruir su malvado reino.

-Lo entiendo, pero yo también necesito a mi ejército para defenderme. Espero le próximo ataque de Ruthiel.

-Si nos presta su ejército estoy seguro de que Toc-Roc y Ayis os ayudará a acbar con Ruthiel.

-Yo no deseo acabar con Ruthiel. Pero por que creó en vuestra causa, te dejaré escoger a uno de mis guerreros como y él sera tuyo. No pueden decir que no ya que juraron que harían siempre lo que yo ordenarse.

Idirian convocó a todo su ejército en en un patio del castillo. Allí estaba Lenoder y gente del pueblo para presenciar como Ménethor escogía un guerrero.

Ménethor  pasó por delante de todos y se detuvo ante uno y entonces le señaló.

-Me quedó con este.

-Fuerte y valiente guerrero, prometes ayudar en su causa a Ménethor.

El guardia se quitó el yelmo y vimos que era Ariem.

-Lo prometo mi señor.

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Al pasar las horas se le proporcionó alimentos y oro a los valientes que iban a la gran guerra. Se encontraba en la entrada de la ciudad a Ariem, que no habló, a Ménethor y a Lenoder.

-Adiós Ménethor. Voy a quedarme aquí. Lucharé por ellos y por mi madre. Acabaré con Ruthiel y su ejército.

-No ha pasado mucho tiempo desde que te conocí y te he cogido cierto afecto. Sabes, ya no eres aquel chico que me recogió al pie de la montaña. Ahora eres un Íbato, quiero decir sabes lo que eres. Y ya casi eres un guerrero.

-Acabaré mi entrenamiento aquí, mataré a Ruthiel y al asesino de mi madre y luego iré buscando por todas las prisiones de las grandes ciudades de los reinos hasta encontrar a mi padre.

-Después nos contaremos historias el uno al otro. Adiós Lenoder.

-Hasta siempre Ménethor.

Así nuestro aventurero deja una vez más a alguien. Y se dispone a cumplir nuevos objetivos.

El mensajero de las leyendasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora