Prólogo

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Dedicada a mi gata, Pascualina; que cambió mi vida desde que nos vimos por primera vez.

* * *

La chica movio con delicadeza sus dedos sobre las páginas, sintiendo el suave roce de sus suaves páginas impresas, y las palabras revoloteando sobre estas. Cuando llegó al capítulo en el que había quedado, sonrió. Era el último.

Sus ojos se movieron con suavidad por las palabras, mientras en su mente se construía la situación pasada. El avión se mecía como una cuna, con poca velocidad mientras pasaba al lado de las nubes, atravesándolas como una lanza.

A su lado, una señora miraba con atención por la ventanilla, mientras revolvía con un palillo su té. Faltaban poco menos de tres horas para llegar a su destino, donde se encontraría con su marido, que no había visto desde hace cinco meses. El tiempo desapareció de su mente mientras admiraba el páramo abajo, con sus verdosas praderas, visibles de vez en cuando, al estar cubiertas por una capa de nubes, blancas como el algodón.

-Oye, mamá. Estamos a primera de Octubre, ¿cierto?

La señora se volvió a su hija. Su liso pelo marrón oscuro bajaba de su cabeza, y pasando por sus hombros. Sus manos sostenían el libro que llevaba leyendo dos semanas.

-Si, Iv, ¿por qué? -preguntó, llamando cariñosamente a su hija.

Los músculos faciales de la chica se torcieron en una linda sonrisa.

-Porque me queda una página. Y gaste todo mi dinero en comprarme este libro. ¿Cómo comparé la secuela?

Madre e hija se empezaron a reir.

De pronto, el avión empezó a temblar. Las risas cesaron.

-¿Otra turbulencia?

-Llevamos bastantes en este viaje... -comentó la joven, con las manos aún sujetas en su libro.

Todo cambió un segundo después. Algo como una explosión cerca de ellas. El avión dio otra sacudida.

El té se derramó por el suelo.

Los altavoces resonaron con la voz asustada del piloto entre jadeos.

-Pasajeros, p-erdimos el motor derecho. Abróchense los cinturones y prepárense para un aterrizaje f-orzado.

La voz no se siguió escuchando. La señora se volteó a la ventanilla, con el corazón saltando en su pecho. Un humo negro brotoba de una de las alas del avión como agua. Gritó.

-¡Mamá! -chilló su hija. El libro ya no estaba en sus manos, y de sus ojos brotaban lágrimas.

La madre quitó la barandilla que la separaba del asiento de su hija, y la abrazó con fuerza. Pronto, percató de que sus ojos castaños también salían lágrimas. No podían morir así. Su hija moriría sin haber vivido su vida por completo. ¿Por qué? ¿Por qué a ella?

-No temas. Estaremos bien.

Eso fue lo último que dijo antes de sentir un fuerte golpe en la cabeza y cerrar los ojos.

****

Bienvenidos a mi nueva historia :D
Es la primera que no hago de Los Gatos Guerreros, y le tengo bastantes expectativas.
Espero les haya gustado el prólogo.
También, agrego que la portada está hecha por -Fairdale- (Muchas gracias!)

Un gato llamado OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora