Mi mayordomo [MikaYuu] |Terminada|

→ Especial V: Luna de miel 5/5

Ese día íbamos a dar un paseo en limusina por Shinjuku, yo estaba tan emocionado.

Me había pusesto un traje negro algo formal porque iríamos a cenar al final del recorrido; mi rubio también estaba vestido muy elegante con un traje a juego con el mío. Estaba perfectamente arreglado, sin embargo, yo seguía luchando con mi corbata, pues siempre me olvidaba cómo anudarla y mi mamá terminaba ayudándome a hacerlo.

—Te ayudo —avisó mi esposo, acercándose a mí y poniendo sus manos en mi cuello.

Acomodó la corbata rápidamente y luego me agarró de la cintura, apegándome a él en un cálido abrazo en donde yo puse mis manos en sus hombros.

—Es la mejor luna de miel que pude haber tenido —besa mi coronilla.

—¿Ah, si?

—Sí, porque la pase con la persona que más amo en el mundo —acunó mis mejillas y me dio un suave beso que no logró subir de tono.

Ya al día siguiente, en la mañana, volveríamos a Tokyo para ver a nuestra familia; estaba muy feliz y un poco triste al mismo tiempo. Íbamos a ver a nuestro bebé, pero ya la familia conlleva responsabilidades y no podríamos hacerlo todo el tiempo, pues Michi estaba en casa y no lo maltientiendan, estaba contento de tenerlo, pero supondré que entendieron mi punto.

Debía dejar de ser tan sincero; me daba "diarrea verbal" y soltaba muchas estupideces.

Tras terminar de arreglarnos, el teléfono sonó: era la recepcionista que nos informaba que nuestra limusina había llegado.

Mika y yo bajamos de la habitación y nos subimos al auto; mi rubio, como todo un caballero, me abrió la puerta del auto para hacerme pasar primero y luego entrar él.

En cuanto estuvimos cómodos, mi esposo indicó el lugar al que íbamos, que según sabía, estaba al otro lado de la ciudad, y el chofer encendió el auto, echándolo a andar.

Miré por la ventana la vista nocturna: era preciosa, las luces de las calles y los letreros, lo hacían un paisaje verdaderamente atractivo.

—Yuu-chan —giré mi vista hacia él; Mika me abrazó—. Tengo miedo.

—¿De qué? —me dejé apretujar por él; me agarró de la cadera y me sentó en su regazo.

—De ser un mal padre —murmuró escondiendo su rostro en el hueco entre mi cuello y hombro.

—¿Acaso lo estúpido es algo con lo que se nace? —espeté sarcástico; él sacó su cabeza de donde estaba y me miró haciendo un puchero—. Serás un gran padre, lo sé.

—Me imagino que es tu instinto maternal el que te lo dice —se burló.

—Vete al diablo.

Mika se echó a reír mientras yo inflaba mis mejillas y me cruzaba de brazos.

—Teñido del diablo —susurré infantil.

—¿Teñido yo? —dejó se reírse y me apretó más a él.