Capítulo 1

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Solo sé que hace doscientos años hubo una guerra que convirtió nuestra ciudad en unas ruinas polvorientas. Ahora los humanos no tenemos color en el iris, según mi madre, Amelia Greem, esto se debe a que en la Gran Guerra nuestros enemigos soltaron una bomba, la cual causó tal impresión que dejó a todos los humanos sin color en los ojos. Incluso después de la Gran Guerra los bebés siguen naciendo con los ojos incoloros

En nuestra ciudad todos llevamos nuestra tarjeta de identificación. La mía, es un trozo de plástico que empieza con la foto de una chica de cabello castaño con un toque rubio, la cara ovalada, los ojos incoloros, bajita y sin el más mínimo gesto de felicidad en la cara. Debajo de la foto reza:

Nombre: Jane.

Primer Apellido: Greem.

Fecha De Nacimiento: 24-03-4022

Edad: 16 años

Familiares: Héctor Greem (Hermano), George Greem (Padre), Amelia Greem (Madre).

***

Mi familia y yo vivimos en una casa generalmente pequeña, pero con suficiente espacio para que podamos habitar cuatro personas y hacer vida normal, aunque, en comparación con las otras casas, la nuestra, es realmente pequeña. La casa que tienes, la que puedes aspirar a conseguir, depende de la clase social a la que perteneces, nosotros pertenecemos a un escalón bajo de la sociedad.

Mi padre trabaja como granjero en La Granja De Mavis. Cuando voy a ayudarle a la granja siempre voy a una casita alejada de allí, donde me paso el tiempo leyendo hasta que mi padre me llama para ordeñar las vacas. Siento que en esa casa puedo trasportarme a distintos mundos, que puedo desahogarme y pensar con claridad, siento que me puedo liberar metiéndome en mis libros, en sus historias, adentrarme en ellos como un animal se adentra en una selva sin saber cómo salir de ella

***

Ha sido un día realmente duro ordeñando vacas y ayudando a mi padre en la granja. Me tiro en mi colchón como si me tirara de un avión haciendo paracaidismo, extendiendo las manos saltando hacia el vacío cálido y blandito de mi cama, y sin darme cuenta cuando caigo en la cama, mi cuerpo se relaja y me quedo dormida.

Me despierto en mitad de la noche, percibo un olor a humo, voy a la habitación de mis padres, el olor a humo es cada vez más fuerte. Cuando llego a la habitación el humo me hace toser. Cuando consigo ver por encima del humo, veo una llama enorme que abrasa la estufa que utilizamos para calentarnos en invierno, sin embargo el fuego, ahora, se ha extendido por el resto de la estancia, hago movimientos con las manos para apartar el vapor de la cara para poder respirar, mientras me acerco a mis padres, se cae un trozo de techo, me aplasta las piernas, en ese momento caigo al suelo, al lado de los cuerpos inconscientes de mis padres, no puedo moverme, pero tengo el brazo lo suficientemente largo para alcanzar su muñecas y tomarles el pulso, entonces, me doy cuenta de que no están inconscientes, están muertos.

Me quedo quieta, mirando los cuerpos inertes de las personas que han estado a mi lado hasta el fin de sus días, y también, observando el fuego que calcina la habitación que, cuando tenía pesadillas me envolvía en sus sabanas y luchaba contra todos los monstruos que me asustaban. Miro la llama fijamente, una ola de calor sube por mi cara, estallo en un llanto doloroso, el dolor que siento me atraviesa las entrañas.

-Jane.

Salgo de mi ensimismamiento, es la voz de mi hermano mayor, Héctor, que corre hacía mí al ver las lágrimas empapando mi rostro, mi mueca de dolor. Cuando llega aparta el trozo de madera de mis piernas, me pone de pie y me abraza, siento sus brazos apretándome las costillas, intentando consolarme.

­-Han muerto-digo sin voz, dejando que las lágrimas caigan en su camiseta.

No dice nada, solo me abraza.

-Camina-me dice.

-No puedo, me duele-gimo.

Me siento.

-Tenemos que salir de esta casa o moriremos-sentencia mi hermano.

-Podemos ir a la granja- sugiero.

Héctor mira por la ventana.

-Abrígate, llueve-me ordena.

Me pongo la chaqueta, pero no me quito la ropa, este pijama será el único recuerdo que me quede de esta casa.

Héctor me coge y desapareciendo bajo la lluvia nos alejamos de nuestra casa hecha cenizas.

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