1.- Effacée

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Dos años atrás

- ¡Mamá, Mamá! - Exclamaba desde la vereda una joven delgada de largos rizos castaños, agitando frenéticamente en el aire un pergamino de color arena-. ¡Estoy en casa, he vuelto!

Desde la sala de estar, una hermosa mujer de cabellos rubios cerró el libro que tan inmersa en otro mundo la había tenido, mientras esperaba que las dos menores de sus hijas volvieran a casa luego de terminar sus estudios en Hogwarts, el colegio de Magia y Hechicería. A Sophie le faltaban todavía tres años para concluir, pero Ellen volvía con todas las notas aprobadas en los E.X.T.A.S.I.S. que permitirían su periodo de prácticas en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional en el Ministerio de Magia londinense. A pesar de los contactos con los que la familia Ravenclaw contaba dentro de dicha institución, la joven Reigners Ravenclaw se había ganado su puesto por mérito propio.

- ¡Lo conseguí! -continuaba gritando, totalmente excitada por el reconocimiento a su esfuerzo durante esos siete años de estudio.

-Ellen, basta de brincotear como gnomo, por favor. Sé más prudente -reprendió Athena, esperando a que la pequeña Sophie terminara de bajar sus baúles del auto que las había llevado desde la estación de trenes, hasta la mansión.

-Lo siento, Madre. No quise molestarte con mi alboroto, es sólo que... -su tono de voz había disminuido varios niveles, pero las mejillas sonrosadas y la sonrisa bailándole en los labios no desaparecían tan fácilmente -. Estoy muy feliz...

-Estaba segura de que lo lograrías -respondió la mayor, poniéndose al fin de pie para abrazar elegantemente a su hija, la recién graduada -. Ahora sólo espero que estés al nivel del Departamento y... ¡Sophie!

La matriarca Ravenclaw avanzó hasta la puerta, donde su hija más pequeña esperaba por un abrazo también. A Ellen no le sorprendió que su madre ni siquiera concluyera su conversación, prácticamente estaba acostumbrada a eso, pero nunca se había victimizado por ello. Los baúles ya levitaban detrás de ella cuando ascendió por las escaleras hasta su habitación, y al encontrarse en el rellano escuchó nuevamente la voz de su madre.

- ¡Alístate pronto, Ellie, esta noche habrá una fiesta en tu honor, todos tus hermanos vendrán! -anunció fuertemente la mujer, para luego continuar bombardeando de preguntas a la pequeña Sophie.

Para cuando Ellen entró a su recámara, sintió que se había equivocado de puerta y no era el lugar indicado. Pero lo era, la tercer puerta de la derecha siempre había sido su habitación y dudaba mucho que Athena hubiese decidido hacer cambios sin anunciarlos.

La habitación que la joven recordaba en tonos rosa pastel ahora se encontraba decorada en azul, blanco y negro. Las mariposas que caían del techo ya no oscilaban del mismo, en la pared no habían más dibujos de unicornios y hadas, sino fotografías de la joven y su familia. Las paredes azul turquesa, la ropa de cama en blanco y negro, casi se le había olvidado que esas eran las indicaciones precisas que había dejado dos veranos atrás, antes de volver a Hogwarts. Ya no era la habitación de una niña, no. Ahora era su habitación. Y pese a que todo estaba decorado a su gusto, no conseguía sentirse en casa todavía.

-Aquí estamos una vez más. -dijo en alto, para sí misma. Y aunque sí, era una vez más, ésta era diferente a todas.

Dejó caer la espalda en contra del colchón y entonces, algo peludo le brincó al estómago.

- ¿¡Pero qué..!? -un pequeño micropuff, de color violeta, se restregaba contra la tela de su blusa en búsqueda de su atención -. Hola pequeño.

Y las explicaciones sobraban en ese momento, Ellen sabía con exactitud quién había dejado ese pequeño obsequio en su habitación, se trataba de Cora, una de sus hermanas más cercanas no solo en cuanto a edad, sino a relación sentimental.

Con cuidado dejó a la pequeña criatura en su cama una vez más mientras ella se incorporaba para tomar la nota que lo acompañaba y en la cual un anónimo explicaba que en su armario había un vestido que debía usar esa noche, con tacones a juego.

De antemano sabía que esa definitivamente no había sido Cora, pues por lo regular era Ellen quien la ayudaba a decidir qué vestido elegir en la boutique; pero tampoco tenía ni vaga idea de quién había dejado ese vestido de corte largo y talle en la cintura con esos tacones de muerte, típicos de las Ravenclaw, pero a los cuales ella no estaba acostumbrada.

Merlín, será una noche interesante...

Melodías para una bailarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora