Hola ,mi nombre es Tamara, vivo en una diminutia ''ciudad'' de Francia, en realidad , está en las afueras, es un pueblito muy pequeño, su nombre es Rochefort-en-terre, su población es tan poca que apenas alcanza los 733 habitantes, pero bueno... lo mágico de este lugar, creo yo, fue mi historia.
Todo empezó el 6 de abril de 1967, yo tenía 17 años, era demasiado madura para mi edad, yo estaba casi segura de que eso del ''amor'' no existía, y que solo eran cuentos que la gente inventaba para darle nombre a la atracción física entre un hombre y una mujer, bueno, eso era lo que creía, hasta que conocí a Nicolás, Nicolás Sandarte, un militar que paseaba por la pequeña ciudad en la que por suerte me encontraba, si pudiera repetir lo que pasó, me encantaría tropezar de nuevo con él como la primera vez, al encontrarme con sus ojos, todo lo que pensaba acerca del amor se fue en bote hacia otro lugar, creí que por primera vez en mis 17 años, podía llegar a sentir eso que a todos los emocionaba tanto , esa insignificante palabra llena de tantos significados, a eso a lo que le decían amor.
-Hola -dijo con esa espectacular sonrisa blanca y perfecta, en ese momento, me sentí una completa inútil, en primer lugar, por que todo lo que había ido a conseguir en ese instante se encontraba regado por todo el suelo, y en segundo lugar porque no lograba cerrar la boca, y estar de pie sin que las piernas me temblaran, alfin, algo logró salir de mi boca..
-Ho, hola- sigo creyendo que debí haber sonado algo idiota al decir eso con una sonrisa de embobada a la cual, como ya supondrán, no estaba acostumbrada, así que en realidad no tenía idea de cómo lucía... él, él seguía con esa sonrisa perfecta, pero ahora de oreja a oreja, supongo que al ver mi cara completamente relajada por la hipnotización que él mismo consiguió.
Después de salir de aquel trance me di cuenta que me estaba dirigiendo la palabra, preguntándome si estaba bien, yo solo asentí, aún sentía como se entrecortaba mi respiración, después de -ahora si- salir completamente del trance, me preguntó si lo podía llevar a conocer el pueblo, a lo cual era de esperarse, respondí con un -sí- un tanto desesperado.
Al poco rato me encontraba sentada con él en las mesas de una heladería muy conocida gracias a sus deliciosos sabores de pistache (el cual era mi sabor favorito) y el de chocolate ( que al parecer era el favorito de él), platicábamos como si nos conociéramos de toda la vida, aunque apenas llevábamos un par de horas de habernos conocido, pero había algo, algo en sus ojos que me hacía confiar en él.
Me contó que su padre había sido un coronel, pero se retiró después de perder una pierna gracias a la diabetes, también me dijo que había fallecido hace seis meses, y que falleció mientras él estaba en una ''misión'' que sus coroneles marcaban como muy urgente, él, se veía muy tranquilo a pesar de estarme diciendo que no estuvo presente en el momento en que su papá se fue para jamás volver, y aunque estaba a punto de preguntarle como lo había soportado, fue como si hubiese leído mi mente. Y me dijo que estaba tranquilo por que siempre había sido demasiado expresivo con su padre, y que por lo tanto, su padre, sabía cuanto le quería.
Al salir de aquella heladería caminamos sin rumbo fijo, platicando de todo, inclusive de las flores, hasta que oscureció y tuve que irme al recordar que mi madre me había mandado por comida.
Al llegar recordé que no le había preguntado en donde se alojaba y aunque era mayor que yo por cuatro años, no me importó mucho. Repasé casi todos los diálogos que dijimos, casi llegando al punto de memorizarlos de principio a fin, en verdad, no sé que me sucedió, ese mismo día en la mañana tenía un concepto extremadamente diferente al que tenía en ese momento. Pensé en la posibilidad de haber encontrado al amor de mi vida, como me lo habían pintado cada que surgía un debate acerca de si existía o no el amor.
Al día siguiente, regresé al lugar donde nos tropezamos, al llegar, me llevé la hermosa sorpresa de encontrarle sentado con un ramo de rosas blancas (recién cortadas), las cuales le había dicho que eran mis favoritas, al verme su reacción fue completamente sorprendente, parecía que se le hubiese iluminado la cara, y claro que me pasó lo mismo; asi pasamos mas de un mes, nos veíamos todos los días a la misma hora en donde fue ese mágico tropiezo hasta que en el último día al llegar, me sonrío, pero esa sonrisa no le llego a los ojos, sus ojos estaban rojos, como si hubiese llorado por mucho tiempo, a mi me desconcertó la idea de que él pudiese estar horas llorando, pero aún no sabía el por que, al acercarme a él le di el abrazo más sincero que considero pude haber dado, entonces, me dijo que se tenía que marchar, que estaban en guerra y necesitaban militares.. Fue como si mi corazón hubiera sido demolido a golpes, cuando intenté salir de el shock, me dio un suave y casto beso en los labios, después de eso, nos prometimos encontrarnos en otro momento, inclusive en otra vida, pusimos nuestra promesa enterrada, en hojas de papel en un macetero en la fuente central del pueblo, justo donde nos conocimos, así, nadie jamás lo encontraría y nuestra promesa sería eterna.
A los 20 años de su partida, me enteré que había muerto, gracias a que no me mandó una carta, nos enviamos cartas cada mes por todos esos años, él seguía en la guerra y yo tenía la ilusión de que alguna vez regresaría, el me dijo en una de esas cartas, que si llegaba a faltar su respuesta era por que ya se había ido a esperar por nuestra promesa al otro mundo. Nuestra promesa, sigue enterrada debajo de ese hermoso plantío de flores resplandecientes y yo, sigo esperando que el destino nos deje cumplir esa promesa, y nos junte en ese mundo que nadie conoce, más sin embargo, yo sigo soñando con estar ahí, acompañada de mi promesa fiel de un amor como el nuestro, eterno, sin rumbo fijo.

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Je't'aime
Romancees una pequeña historia de amor demasiado pequeña, espero que les guste:)