Alone

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La agonía era insufrible, llegaba al punto de echarme a llorar. Sentía palpitaciones en mis muñecas. Cada vez, más y más fuertes, hasta que empezó a doler. Se marcaban más mis venas, ese azul me recordaba al color de la tinta de un boligráfo al escribir. Dejé caer el ligero peso del hierro sobre ellas haciendo un delicado y suave gesto como si tocara un violín. Mis brazos se empaparon de un vertido intenso de color parecido al carmesí. El contraste de él con el brillante plateado de la cuchilla hacían una combinación perfecta. Este gesto lo repetí una, dos y hasta siete veces. La ruptura de las venas producía un doloroso placer. Mi masoquista muñeca pedía más y más, hasta que ya no quedaron cuerdas por tocar.

Muñecas CarmesíesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora