Jeff Long EL DESCENSO
Todas las civilizaciones han creído a lo largo de la historia en la existencia de un mundo subterráneo, al que nosotros conocemos como Infierno, y en el que criaturas salvajes dirigidas por Satán torturan a los infelices humanos que han sido condenados. Hoy día lo consideramos simplemente un fruto de la imaginación humana destinado a austarnos; pero algo está pasando, algo común a distintos lugares del mundo, que impulsa a creer que el Infierno existe realmente.
Cómo se explica sino lo que le sucede a Ike cuando una tormenta le obliga a refugiarse en una cueva del Himalaya junto a su expedición y descubre un cadáver crucificado cuyo cuerpo, salvajemente mutilado y torturado, está lleno de mensajes de adoración al diablo... O que a Ali, una monja misionera destinada en una aldea de leprosos en África del sur, se le revele que los indígenas mantienen contacto directo con una bestia a la que ofrecen sacrificios humanos... O que en una fosa común en Bosnia un curtido soldado norteamericano afirme haber sido rodeado por multitud de extraños seres, apenas humanos, que han arrancado los ojos y el brazo de uno de sus compañeros... Todo ello al mismo tiempo que en Java alguien o algo, demostrando una fuerza sobrehumana, ha matado a un hombre y ha arrancado de una escultura la efigie que representaba a Satán. En pleno inicio del tercer milenio la humanidad tendrá que enfrentarse a un enemigo cuya existencia casi había olvidado. Un enemigo cruel y poderoso que habita justo debajo de nuestros pies, oculto en un mundo de intrincados túneles en el que los humanos a los que se permite sobrevivir son convertidos en esclavos".
Traducción de José Manuel Pomares grijalbo mondadori
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Traducido de la edición original de Crown Publishers Inc., Nueva York, y publicado por acuerdo con dicha editorial
© 1998 Jeff Long
© 2000 de la edición en castellano para todo el mundo:GRIJALBO MONDADORI, S.A.
Aragó, 385, 08013 Barcelona www.grijalbo.com
© 2000, José Manuel Pomares, por la traducción Diseño de la cubierta: Luz de la Mora Fotografía de la cubierta: Cover Photonica, © Kamil Vojnar Primera edición en Mitos Bolsillo ISBN: 84-397-0686-3 Depósito legal: B. 5.334-2001 Impreso en España 2001. - Cayfosa-Quebecor, Ctra. de Caldes, km 3
08130 Santa Perpetua de Mogoda (Barcelona)
Primera parte
El descubrimiento
1
IkeEs fácil descender a los infiernos…pero volver
a subir,retroceder sobre los propios pasos hasta el aire libre…,es un problema.
Virgilio, Eneida1991
Al principio fue la palabra. O las palabras.
Fueran cuales fuesen.
Mantuvieron las luces apagadas. Los agotados caminantes se apretaron unos contra otros en la oscura cueva y observaron la peculiar escritura. Trazadas con una ramita, hundida posiblemente en radio líquido o alguna otra pintura radiactiva, las pictografías fluorescentes flotaban en los recovecos negros de las paredes. Ike les dejó que se deleitaran con la contemplación de las pictografías. Ninguno de ellos parecía dispuesto a centrar la atención en la tormenta que golpeaba la ladera de la montaña.
Con la noche a punto de caer, el sendero borrado por la nieve y el viento, sin sus conductores de yak, que huyeron tras el motín llevándose la mayor parte del material y las provisiones, se sintió aliviado por haber encontrado refugio, cualquier clase de refugio. Ante ellos seguía aparentando que todo esto formaba parte de su viaje. De hecho, tenía la impresión de haberse salido del mapa. Nunca había oído hablar de este escondite en la pared, ni había visto graffiti del hombre de las cavernas que relucieran en la oscuridad.
- Runas -murmuró una conocida voz femenina-. Son runas sagradas escritas por un monje itinerante.
La extraña caligrafía relucía con una suave luz violeta en las frías entrañas de la cueva. Los luminosos jeroglíficos le recordaron a Ike los carteles de luz negra que había pegado en la pared de su viejo dormitorio. Lo único que necesitaba era una versión del himno de Dylan a cargo de Hendrix y un soplo de sin semilla roja hawaiana. Cualquier cosa que venciera el aullido del horrible viento. «Fuera, en la distancia, gruñó un felino…»