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Se acomodó plácidamente sobre la silla de cuero, apoyando todo el peso de su espalda mientras meneaba con parsimonia la copa llena de vino que sostenía en su mano derecha. Tenía los ojos cerrados y una leve sonrisa plasmada en su rostro mientras se dedicaba a tararear al compás de la melodía que resonaba sobre todas y cada una de las frías paredes del despacho, fingiendo dirigir una orquesta con el dedo índice de su mano libre a la vez que hacía girar la silla sobre sí.
—¿No te parece una gran pieza? —preguntó al detenerse en seco sobre la silla, abriendo sus ojos con rapidez mientras se acomodaba derecho sobre su asiento. El tipo no respondió nada, haciendo que frunciera el entrecejo con extrañeza. —¡Venga, Lee! —exclamó animoso. —¿No me digas que no te gusta la música? —cuestionó ensanchando su sonrisa, cosa que hizo que el tipo tragara grueso.
—P-Por supuesto. —respondió en un murmuro quedo que casi fue ahogado por el dulce y fuerte sonido del piano acompañado de diversos instrumentos de cuerda que sonaban a través del reproductor.
—No me mientas, Lee. —gruñó antes de darle un sorbo a su bebida, empapando sus papilas gustativas con el añejo sabor a uvas fermentadas. —Sabes perfectamente que no me gustan las mentiras. —afirmó tomando un repentino semblante serio, duro y distante.
—S-Sí, señor. —se atrevió a contestar mientras temblaba levemente sobre su asiento.
Se levantó de su silla con cierta elegancia, dejando de lado su bebida. Observó a Lee por debajo de las pestañas, con prepotencia y altanería; llevó sus brazos hasta su espalda, caminando lentamente por detrás del robusto escritorio de madera oscura, alzando el mentón con aires de superioridad.
—No soy una persona violenta, Lee. —aclaró luego de varios tortuosos minutos de silencio. —Que no te engañen con esos falsos y horribles rumores. —bufó divertido, sonriendo con cinismo hacia su víctima. —Sin embargo, creo que te he hecho ya demasiados favores al hacerme el de la vista gorda contigo.
Rodeó el escritorio hasta tomar asiento sobre una de las esquinas del mueble, más cerca del contrario, su cabello rojo cayéndole con delicadeza sobre el rostro. Se frotó ambas manos, haciendo contacto visual con el tipo, podía ver el miedo desbordando sus ojos y su cuerpo temblando cada vez más a pesar de que perfectamente, el hombre podría darle una buena batalla si se lo propusiera.
—¿No vas a defenderte, pequeño pedazo de mierda? —susurró con voz grave, acercándose a su rostro y tomando las solapas del cuello de la camisa de su subordinado.
—N-no sé de qué habla, jefe. —murmuró con voz ahogada.
—¿Eres o te haces? —cuestionó. —¡Te estoy acusando de traidor, Lee! —sentenció en un gruñido, empujando al tipo contra el asiento y haciéndolo impactar contra éste violentamente. —Te he estado observando. ¿Creías que el jefe Park era idiota? —bramó, poniéndose de pie y acortando la distancia entre ambos con lentitud. —Lo supe con solo olerte. —confesó bajando su voz, para que Lee fuese el único en escucharle. —Apestas a gato. —gruñó nuevamente, la ira apoderándose de sus sentidos. Decidió dar un paso atrás, recobrando la compostura y la falsa sonrisa a la vez que se dirigía nuevamente detrás de su escritorio con los brazos hacia atrás. —Todos sabemos que el clan de Bucheon es el único que se relaciona abiertamente con los felinos, Lee.
Volvió a callar, simplemente para ver si el tipo tenía la decencia de siquiera, intentar defenderse. No obstante, lo único que fue capaz de escuchar fueron las gotas de sudor cayendo incesantemente sobre la frente del hombre, el molesto rechinido que sus dientes hacían al chocar unos con otros de manera inconsciente y lo pesado de su respirar. Lee tenía miedo.
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Clandestino [ChanBaek / BaekYeol]
FanfictionChanyeol era líder del clan más grande y poderoso de Seúl, prácticamente dominaba todo el contrabando de drogas y armas de la zona. También era dueño de Lotto, el casino más grande y popular entre los cambiaformas y la fachada perfecta para ocultar...