XXXI

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Roberto, quien siempre conseguía lo que se proponía, cumplió con lo que le había dicho a Guillermo. Que pagaría por sus actos.

Dejaba entrar a los compañeros más crueles que tenía para que lo golpearan casi todos los días, la comida que le llevaban ni siquiera parecía tal, ya que entre que era pequeña la cantidad que le daban y que solía estar quemada, llena de escupitajos o era algo imposible de comer...

Aun así, el joven fue fuerte. Todo lo que podía. No iba a desvelar el pequeño secreto que tenía con Samuel. Si era verdad lo que le dijo, lo ayudaría, y eso era lo único que le importaba ahora. Claro que si alguna vez salía de allí...

[...]

—Levántate, gandul —Los ojos del chico se abrieron con dificultad. Estaba muy cansado. Era muy incómodo dormir en el suelo, aunque a veces ni eso le dejaban. Lo despertaban a patadas y comenzaban a insultarlo sin razón alguna, para luego irse por donde habían venido, sin parar de reírse—. Vuelves a tu agujero de siempre, ¡vamos!

Y otra patada le fue dada.

Intentó moverse, a pesar de sentir dolor en todo su cuerpo. Reprimió la mueca de dolor y se puso en pie, apoyándose con una mano en la pared.

Ojalá hubiese sido Pierre quien lo guiara de vuelta a su celda, pero en cambio fue uno de los hijos de puta que lo había estado torturando todos esos días. ¿Cuánto tiempo había estado metido allí? Mínimo una semana, no sabría decir cuánto exactamente. Perdió la cuenta de los días, o mejor dicho ni siquiera se acordó de llevarla.

Y aunque solo habían sido seis días, para él había pasado todo un mes.

Al salir de allí, su acompañante volvió a golpearlo, esta vez por la espalda, dejándolo caer de boca al suelo.

Levantó la cabeza para mirar a lo largo del pasillo, donde muy a lo lejos se hallaba la celda de quién lo había metido en aquel lío.

"Espero que merezca la pena todo lo que he pasado ahí dentro, porque si no..." Se decía en su mente. "Si no, juro que te mataré, y entonces será cuando todo me importará menos que nada"

—Uy —Escuchó a sus espaldas al cabronazo—. Que torpe está hoy el señorito. ¿Quieres que te ayude a levantarte?

Evidentemente no quería. Más que nada porque sabría que si realmente lo hacía, luego volvería a empujarlo para hacerlo caer de nuevo.

Otra vez tuvo que hacer el increíble esfuerzo de ponerse en pie. Todo su cuerpo parecía estar castigándolo por ello. Esta vez no oprimió la expresión de profundo dolor. Estaba de espaldas al de azul, y podía permitirse poner esa cara.

Comenzó a andar, más lento que hacía un momento, pero sin parar de moverse.

El de ojos verdes psicópatas levantó ambos brazos para dañar de nuevo al novato, pero entonces alguien interrumpió aquello con su presencia, Pierre.

—Aquí estás —dijo el francés, como si hubiera estado buscándolo por todas partes—. El jefe quiere verte. Dice que es importante.

Su cara de desagrado no fue ningún secreto. Dejó lo que estuvo a punto de hacer, y se fue de allí echando humos.

Ambos lo habían estado mirando pasar por delante de ellos, sin vocalizar palabra.

—¿Estás bien? —le preguntó al chico.

Al mirarlo fue cuando se hizo la pregunta de porqué no había ido a visitarlo a la sala blanca. Quizás no lo dejaron o tal vez no quiso hacerlo.

Igualmente se alegró de verlo.

Guillermo asintió y se dejó ayudar cuando vio el cuerpo del contrario acercarse.

—Gracias. —La palabra se había formado sola en sus labios. En ningún momento pensó en decirla, pero lo hizo.

—No me agradezcas, al fin y al cabo no he hecho nada del otro mundo.

El de cabello moreno colocó una mano sobre el hombro de Pierre, dejándolo un poco confundido.

—Has hecho mucho, créeme.

El castaño le sonrió y lo ayudó camino a su celda.

Menos mal que no lo esposaron, porque teniendo en cuenta cómo se encontraba, no habría podido moverse en absoluto sin ayuda de sus manos.

[...]

El silencio empezaba a hacerse pesado.

El francés se encontraba frente a las rejas, junto al chico.

Aún no le había abierto la puerta.

Se había quedado parado de repente y no sabía qué pasaba por su mente. Hasta que formuló aquello.

—Sé lo que vi... —dijo— pero... ¿Realmente fuiste tú? Quiero decir... ¿Fue tuya la idea?

Todo eso lo dijo en voz baja. Un tono de voz al que no pudieran acceder ni Percy ni De Luque.

—Fui yo —respondió tras unos segundos de silencio—. Lo merecía... ¿Pierre? —El castaño asintió— Lo merecía, Pierre —repitió—. Ahora ábreme, por favor. Solo quiero echarme en la cama.

El francés hizo lo que le dijo. Cerró la puerta después de que entrara y lo observó tirarse sobre el colchón, no sin quejarse por el dolor del impacto.

Pierre pensó que quizás él era demasiado inocente y no quería creer que el chico quería a Miguel muerto, tal vez fuera una idea tonta la de que todas las personas, por muchas cosas malas que hayan podido hacer, tenían su lado bueno.

Era tonto, lo sabía. Había estado toda su vida llamándose así, pero no podía evitarlo. Seguía sin creer que hubiese sido idea del de ojos rasgados, aún habiendo escuchado la afirmación de sus labios.

Tal vez...

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Creo que esta vez me ha quedado un poco corto, no estoy segura. Pero bueno, os traigo el siguiente capítulo, el cual pretendía haberlo subido unos días antes, pero debido a que no he tenido tiempo de terminarlo hasta ahora, pues no he podido >D:

Espero que os haya gustado. <3

(Sé que rompe corazoncitos lo que le está pasando a nuestro pobre Willy, y lo siento mucho por eso</3)

Prisioneros [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora