—Gold Mills —pronunció Mamá, despacio—. ¡Gold Mills! ¿En qué estabas pensando? Es la peor harina del mercado. Por supuesto que va a ganar con cualquier otra harina que compre.
—¿Cuál es su harina? —preguntó Elsa mientras bajábamos las escaleras y nos dirigimos a la cocina.
Me mordí el labio.
—Golden —musité, llenándome de pudor ante la mirada de exasperación de mamá.
—Mejor llámale y dile que retiras la apuesta —dijo, negando con la cabeza y apoyando sus manos en la barra de vidrio colocada en el medio de la cocina.
En ese momento, me sonrojé. Estaba totalmente avergonzada. No podía creer que había sido tan estúpida como para no haber...
—No le pedí su número.
—Bueno, pero... —Elsa resopló—. Mamá, creo que Elina tiene razón. No sólo por su harina va a ganar. ¿Qué tal si no sabe hornear pasteles tan bien como tú?
Cinthya había tomado muchos cursos de cocina durante su carrera de Educación. Sus padres nunca le permitieron elegir qué estudiaría pero una vez que ya estaba fuera de la casa, sus padres no tenían por qué enterarse a dónde en realidad iba los días libres de universidad.
—Oh, vamos —expresó Mamá—. Sabía que Gold Mills no es una buena harina. Sabía exactamente cuál escoger. Eso no lo sabe cualquier persona.
—Sí —musité con la mirada perdida en la barra—. Es un chef.
—Fabuloso... —pronunció entonces con desgana—. Te lo volveré a repetir: dile que retiras la apuesta.
—No voy a retirar la apuesta, mamá —subí la mirada—. Tú eres una gran repostera y aun y no ganemos, va a ser divertido. Así que ¿me vas a ayudar o no?(...)
Acomodé todos mis diseños. Los removí de la pared y les puse cinta adhesiva nueva. Los había ordenado por fecha de creación. De esa manera, era un poco risible ver qué tan malo era el primero y qué tan bueno era el más reciente.
Sonreí para mí misma, sentada en la silla corrediza de mi escritorio, y negué con la cabeza.
Cuando era pequeña, el abuelo Fred me llevaba a ver las carreras de autos y siempre se quejaba y criticaba cómo las motocicletas hubieran hecho todo mejor. Y aunque pareciese que le gustaba pasar tiempo con su nieta, tan sólo le prestaba atención a los vehículos, nunca a mí. Así que tomé mi decisión; cuando tuve 14, confronté al abuelo y le dije ''Fred, estudiaré ingeniería mecánica'' y desde entonces empecé a sentir cómo en realidad me miraba: cómo en realidad me prestaba atención aun cuando estaba hablando de muñecas.
Sin embargo, mi pasión siempre fue el arte. Amaba dibujar, pintar, observar cuadros durante horas, ayudar a los adolescentes rebeldes con sus graffitis, ver tutoriales de Youtube sobre cómo hacer cosas nuevas..., Así que, cuando el abuelo murió, sintiéndome el ser más sucio del mundo, elegí diseño. Diseño de ingeniería motociclista. Y luego de obtener una licenciatura y un doctorado, no me había ido para nada bien. Al parecer, el único ser en la tierra que prefería las motocicletas antes que los autos era mi abuelo. Y ahora, yo.
Me levanté de mi lugar y me encaminé hasta el pasillo. La puerta de la habitación de mis padres estaba abierta, así que pude ver a papá en la cama, mirando televisión. En cuanto se dio cuenta de que estaba observándolo, volvió su mirada a mí e hizo un ademán para que me acercara.
Sonreí un poco y entré a la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Tomé el borde de la colcha de la cama, lo levanté y me deslicé en el colchón hasta llegar a papá, quien me hizo apoyar mi cabeza en su pecho mientras veía televisión.
Dos segundos no pasaron antes de que soltara una estruendosa carcajada y me separara lo suficiente de él como para verlo a la cara.
—¿Estás viendo The Same Cliche? —pregunté sin poder creérmelo del todo y él asintió en respuesta con una sonrisa en su rostro.
The Same Cliche era de lo que le había preguntado a Elsa hace unas horas. Era su programa favorito en el mundo y se lo tomaba tan en serio que ya estábamos acostumbrados a preguntarle cosas como: ¿Y cómo va la relación de Chad y Steph? ¿La engañó otra vez? ¡¿Con su mejor amiga?!
La última vez que le pregunté, iban por la décima temporada, y no parecía que fuese a tener un final muy pronto.
Sin embargo, lo que me sorprendía de que papá estuviera viéndolo era... bueno, todo. Se suponía que él aborrecía ese programa. Cada vez que tenía la oportunidad, le decía a Elsa que lo quitara porque la iba a convertir en una de esas adolescentes sin nada en la cabeza (como Steph).
—Está bien —dije—. Necesito una explicación.
Entonces papá me contó lo que había pasado.
Por alguna razón, la televisión de la sala no tenía botones. Sólo se podía operar con el control remoto. Y un día, Elsa se fue de la casa apresuradamente y olvidó apagar la televisión. (Se llevó el control remoto en la mochila por accidente).
Papá lo buscó por todos lados. Literalmente todos lados. Y luego de que no lo encontró, se desplomó en el sofá de la sala, rendido. No le quedó de otra que prestarle atención al programa por un minuto, y fue ahí cuando el vicio empezó. Elsa 1, Luke 0.
—No me avergüenzo de ello.
—¿Por cuál temporada vas? —pregunté, recostándome nuevamente en mi lugar, como si nada hubiese pasado.
—La quinta. Steph va por la décima segunda.
Oh, ya habían creado dos más. Fabuloso.
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Si algún día me dejas.
RomanceCuando la impetuosa y pasional Elina Goldman se introduce por error en la vida del enigmático Elliot Girward, su vida se ofusca: por él y en torno a él. Su comportamiento le revela a Elina que oculta un secreto, y aunque en contadas ocasiones piensa...