23-La encantadora de gallinas Parte 1: (Plumas doradas)

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Casi a lo último, bien pegado a la costa, en el sur del reino, se encuentra el pequeño pueblo de Pi'o, mejor conocido como "El gallinero". Hay dos cosas que abundan en este diminuto poblado de chozas a base de barro y paja, las gallinas y por su puesto, los huevos. Estos son llevados y comerciados por todo el reino en celebres carretas blancas. A diario miles son entregados a familias, granjeros, panaderos hasta el propio el rey solo gusta de platillos que contengan esos huevos, de cáscara rojiza, yema anaranjada y claras tan transparentes como el agua. Algunos aseguran que la razón por la cual son tan especiales se debe a las gallinas, que son mágicas, que fueron embrujadas...etc. Lo cierto es que, la responsable no era más que una simple niña, la protagonista de está historia, Pam. Cuando tenía cinco, según recuerda ella, sus padres la abandonaron en el camino Real, que es la arteria principal que une todos los caminos hacia la capital. Pasó mucho tiempo, hasta que una fría mañana lluviosa, las pisadas de un caballo la pusieron alerta. Era muy común que por aquel camino pasaran granjeros, pescadores incluso carruajes reales, Pam los miraba con sus ojos cafés desde un costado, toda embarrada en busca de auxilio, pero nadie frenaba, ni siquiera la miraban hasta ese día. Los granjeros Gus y Romy, viajaban de pueblo en pueblo, en busca de un lugar para asentarse ya que, en la primavera pasada su granja fue victima de un cruel incendio, destruyendo todo lo que habían construido. Sus cultivos se hicieron cenizas, sus animales escaparon, salvo Clippy el caballo negro y enfermo que tiraba de la carreta. Romy fría como de costumbre se negó llevarla pero Gus, aquel barbudo de buen corazón la convenció de adoptarla. Cuando Pam subía, los granjeros notaron que dos gallinas la seguían. Pam no recuerda de donde salieron, lo único que sabe es que siempre estuvieron con ella. La más gorda de plumas naranjas como fuego, la llamo Pitu, y la otra, más pequeña de un plumaje blanco sucio, la nombro Jorge. Al llegar a Pi'o, este era un pueblo fantasma, con suerte habitaban cien personas, no se avistaba un gran futuro hasta que una noche, Pam entono una suave canción y como un episodio paranormal, un centenar de gallinas, de todos los colores y formas la rodearon, todas dejaron huevos, incluso Pitu y Jorge que se encontraban junto a ella. La pareja no podía creerlo, pero al ver la infinidad de huevos, se alegraron de haber recogido a la niña, gracias a ella tendrían una nueva vida llena de prosperidad.

Una mañana, tocó la puerta de la familia un extraño hombre que afirmaba ser un mensajero real. Sus botas de cuero negro crujían al dar pasos sobre el piso de madera. Mientras le ofrecían algo de beber mando llamar a Pam, con una sonrisa algo perturbadora que se marcaban con sus finos mostachos marrones. Gus y Romy se miraron unos segundos confundidos, ¿Qué quería aquel supuesto mensajero con su hija? , pero como era un enviado del rey no les quedo otra que obedecer. Cuando estuvieron los cuatro sentados, el mensajero clavo sus ojos esmeraldas sobre la jovencita. Pam sentía escalofríos el solo verlo, más aún por las extrañas ojeras verdosas como moho que se estiraban por su rostro pálido.

─ Me siento muy a gusto poder estar en el lugar donde nacen los mejores huevos del sur.─ dijo el mensajero con cortesía sin dejar de mirar a Pam.

─ Del reino.─ la corrigió Romy con tono austero.

─ Cierto...─ se rió levemente.─ Bueno no estoy aquí para hablar de huevos, sino por algo mucho más apremiante. ─ Metió su mano izquierda en la manga derecha de su chaqueta de seda azul, sacando una carta. ─ Y de mucha urgencia. ─ La apoyó en el centro de la mesada, para que vean el sello legítimo de la corona dorada. El hombre no mentía. Gus la miró unos segundos asombrados, luego de abrirla y leer su contenido, dirigió sus ojos primero a su esposa, denotaban miedo y después a su hija, el seño se le frunció y volvió a mirar al mensajero.

─ ¿Esto es una broma... De verdad estas son las palabras de rey? ─ preguntó Gus más que enojado, indignado.

─ Así es. ─ respondió cortante el hombre dejando fuera la posibilidad de replicar.─ Necesito una respuesta de inmediato.

"Los Cuentos de Eze"#PT2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora