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- Estoy bien, llevo apuro - mi corazón latía a mil -.

- Al fin me respondiste - se ríe - otra vez vas a huir, me haces pensar que doy miedo.

Si el daba miedo que queda de mi, no sabia que responder, sus ojos color almendra me estaban mirando fijo; nunca nadie se detuvo a mirarme por tanto tiempo.

- No - respondí -.

- No qué?

- No me das miedo.

Me di vuelta tratando de abrir la puerta, justo hoy se tiene que trabar la cerradura, siento su mano cálida agarrandome por el brazo, me doy vuelta.

- Tenes chocolate en la mejilla - me lo saca, pueden matarme en este momento -.

La vergüenza que sentía me estaba quemando la cara, quería escapar de ese lugar, salir corriendo sin mirar atrás, si es posible mudarme de casa o de país. Agarró las llaves de mi mano y abrió la puerta, cada vez estaba mas avergonzada, primero el chocolate y ahora la puerta que no podía abrir.

- Ahora podes escapar, no te retengo más - me sonríe - la próxima no te la dejo pasar.

Entre a mi casa sin saludarlo, las palabras no me salían de la boca y como él dice, lo mejor que se hacer es escapar. Al entrar fui corriendo al baño a lavarme la cara, al secarme con la toalla de mano me veo al espejo, estaba fatal. Me acosté en mi cama esperando desaparecer por arte de magia.

Ama Cada Extremo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora