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Es de noche y me siento muy mal, una tristeza inunda todo mi ser, me ahoga, voy al baño, agarro la cuchilla escondida en la caja de perfume y comienzo a cortar mis piernas, lloro con cada corte mientras en mi mente quiero que todo acabe, me acuerdo de las pastillas que están en el cajón de mis remeras, voy a buscarlas en silencio para no despertar a mi madre, las pongo en mi mano y las miro detenidamente, solo tengo que tomarlas para dormir por siempre.

Como una de tantas veces no puedo hacerlo, por cobarde o porque aun tengo la esperanza de que todo va a cambiar, soy una estúpida, vuelvo a guardar las pastillas en el cajón.

Agarro las llaves de mi casa y salgo en plena noche, amo la oscuridad, en ella no soy tan horrible. No se donde me dirijo, las lágrimas me recorren por las mejillas, no distingo en donde estoy pero alcanzó a ver un supermercado, entro y compro unos cigarrillos, nunca fume pero quería calmar esto o matarme un poco más.

Me siento en la barandilla de la calle, saco el primer cigarrillo,  tosí a las primeras pero luego le agarre la mano, observo mi pantalón celeste, esta manchado de sangre pero no me importa.

Veo pasar chicas flacas como un alfiler acompañadas de sus novios, las maldigo y lloro al compararme, esta vida no es para personas como yo, gordas, me arrepiento de no haber tomado las pastillas.

Estaba con la cabeza apoyada en mis rodillas cuando siento que alguien se sienta al lado mio, no me fije quien era, no me interesaba, hasta que su voz retumba en mis oídos.

Ama Cada Extremo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora