Capítulo V - Morirías por él
El tiempo pasó y las cosas fueron mejorando con el. Haiiro se volvía cada vez mejor con la técnica de dominar la espada.
Lo que más le ayudaba a Haiiro a ser mejor era el apoyo que Hiroki le brindaba al estar allí con él, esa era su fortaleza.
Cierto día, Haiiro se lastimó.
—Ngh... Cómo duele.—Decía el joven sosteniéndose la herida.
Hiroki, al ver la situación salió apresurado de la habitación y minutos más tarde llegó con un botiquín y un vaso de leche. Colocó todo éso a un lado de donde se encontraba el muchacho de cabello gris y se acercó con unas vendas que había extraído del botiquín.
—Ven aquí, Haii. Déjame ayudarte.—
Luego de vendarle muy bien la herida, acercó el vaso de leche.
—Mira, te traje ésto.—Le indicó con una sonrisa.
—Gracias, Príncipe.—
El Rey Sorata se encontraba a una extremo de la habitación y los había estado observando. Se encaminó hacia ellos.
—Tu oponente no debe saber tus debilidades. Cuando vives por alguien morirías por él.—Dijo con bastante seriedad.
Haiiro, quien estaba a punto de dar un sorbo al vaso de leche cuando el Rey habló, se volvió a mirarle y colocó de inmediato el vaso a un lado y se puso de pie casi en un salto, con el ceño fruncido.
Él haría lo que fuese para proteger a su Príncipe, y si eso implicaba no poder recibir ayuda, pues así lo haría.
Hiroki reaccionó de inmediato al ver que el joven guardia ponía el vaso de vuelta.
—¿Qué? ¡Pero papá...!— Se notaba el disgusto en su rostro.
Pero Sorata pasó ignorando casi por completo a su hijo y volteó a mirar a Haiiro.
— ¿Continuamos?—
—Como usted guste, su majestad.—
Ambos desenfundaron espadas y comenzaron un duelo nuevamente. En la habitación resonaba el eco de los roces metálicos de las espadas y el jadeo de el Rey y Haiiro.
El duelo se hacía cada vez más intenso, al punto de parecer una pelea más que un duelo. Ya el hombre de cabellos castaños estaba comenzando a dejarse llevar por sus instintos, sin darse cuenta que su oponente era sólo un aprendiz. Sus movimientos eran cada vez más rápidos y fuertes, provocando que el muchacho retrocediera dos pasos con cada ataque.
En los ojos de Sorata se reflejaba su instinto guerrero y Haiiro lo notó; él lo había visto antes, esa mirada que hacía de un Rey un asesino. Él retrocedía cada vez más, comenzando a sentir miedo, se defendía como podía pero sabía que no era oponente alguno para él. Lo mataría.
En un movimiento veloz Sorata le arrebató la espada al joven guardia y ésta cayó al otro lado de la habitación. Ya tenía a su presa acorralada. Haiiro vio como se preparaba para apuñalarle, cerró los ojos y esperó el final.
Retumbó en la habitación un sonido metálico. Respiraciones entrecortadas y un silencio.
Hiroki sostenía con fuerza un escudo en el cual Sorata había clavado su espada. Los ojos de Haiiro se abrieron, desorbitados y miró hacia el Príncipe que estaba frente a él mientras su corazón latía con fuerza en su pecho.
Sorata volvió en sí al ver a su hijo sosteniendo frente a él, sin embargo no pronunció ni una sílaba, permaneció en total silencio, pues estaba demasiado asombrado.
El pequeño de cabellos rizados levantó la mirada hacia su padre, estaba hecho una furia.
—¡¿En qué estabas pensando?! ¡Ibas a apuñalar a Haiiro con tu espada! ¡¿Acaso te has vuelto un demente?!— Gritó desesperado y enojado. Sus ojos miraban fijamente a su padre y reflejaban miedo.
Sorata no respondió.
—¡Él no es ninguno de tus enemigos, padre! ¡Él es como de tu familia! ¡ES TU FAMILIA!—
De pronto el hombre reaccionó y se dio cuenta de lo que estuvo a punto de hacer, miró la empuñadura de su espada y la soltó.
Hiroki también soltó el escudo, dejándolo caer al suelo con un estruendo.
En el rostro del Rey se dibujó un gesto de horror mientras retrocedía.
—Lo.. Lo siento.—Se dio la vuelta y salió de prisa de allí, sin siquiera fijarse en los mayordomos, sirvientas, cocineros y demás que se encontraban en la puerta espiando debido al escándalo que había allí.
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My Little Prince
RomanceHace mucho, realmente mucho tiempo, existieron Reinos cuyos habitantes tanto de la realeza como del pueblo pasaron por muchas situaciones y sus vidas fueron extraordinarias, dignas de leer o escuchar. Aquí encontrarán sus historias, contadas tanto p...