17 2 0
                                    


A la mañana siguiente creí que el niño estaría pegado a mí todo lo que restaba del día.

No fue así.

Apenas pude verlo a la hora de comer, estaba sucio y lleno de arena. Se negaba a bañarse.

"¿Crees que puedas hacer algo?"

Poco antes del anochecer me habían pedido que tratara de convencerlo para que tomara un baño. Por un momento se había desaparecido, lo  busqué bajo  las  camas, dentro de los armarios, en cada uno de los cuartos.
Sólo faltaba el patio de juegos.

"¿Con cuántos niños debe estar jugando?" pensé, casi no lo había visto en el día y me era inevitable tener algo de curiosidad.

Era difícil predecir cuando se trataba de él.

En el patio había una montaña de arena y un sólo niño jugando, cuando me miró se erizo igual que un gato, sabía mis intenciones ¿acaso se le escapaba una?

– ¿Qué estás haciendo?
– Un castillo.
– ¿Eres un príncipe?

Asintió con la cabeza.

— Pero, ¿sabes? Jamás he visto un príncipe lleno de tierra.
– Creo que jamás has visto uno.

Gato del mal.

– Creo que estoy viendo uno ahora.
– No voy a bañarme.

Parecía tan decidido que me tomó tiempo pensar en algo para convencerlo.

– ¿Y si juego contigo?
– ¿Por qué lo harías?
– Supongo que así tendré una excusa para bañarme.
– ¿Qué tan bueno puede ser eso?

Intentó susurrar para si mismo aunque de todas formas logré escucharlo.

– Y si no te bañas tampoco intentes meterte en mi cama.

Él parecía indignado.

– Si juegas conmigo tomaré un baño... Solo porque me has rogado.
– Está bien.

Jugamos hasta el cansancio y aunque de mala gana tomó un baño, cumplió su promesa.

Ese día no hub cuento, estaba tan cansado que se durmió cuando su cabeza tocó la almohada.

Antes de dormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora