No hay día, no hay noche en que no piense el como la veia morir frente a mis ojos y sin embargo, nunca hice nada.
Para mi todo paso tan rápido, pero para ella fue una maldita eternidad.
Eternidad en la que Izzy sufría, pedía a gritos ayuda, y yo solo la ignoraba.
Creía que era una de esas facetas de una típica adolescente, el problema fue que ella no era una típica adolescente, era mi pequeña.
Y eso nunca lo vi.