Una vez, cuando era más joven, me enamoré de un chico. Me enamoré de un chico que, originalmente, le había entregado su corazón a algo más.
Desde pequeña me fascinaba el arte. Me fascinaba ver a las personas y me fascinaba ver la manera en la que se movían. Solía dormir temprano para poder ver cómo nacía el amanecer. Los colores eran un trance para mí, era algo que llenaba mi alma y me hacía flotar, me llevaba a otro lugar. Mis padres nunca estuvieron en contra de mis deseos, nunca se quejaron (como otros padres lo hubieran hecho) diciendo que deseaban una hija que estudiara medicina o que fuera una abogada. Esas eran cosas que, aunque me eran útil a mi y a las otras personas, me parecían aburridas. El hecho de que alguien anhelara estudiar aquellas cosas me hacía sonreír. Era una señal de la diversidad de cada persona.
Aquella era otra de las razones por las que me atraía tanto el arte. Podías elegir hacer cualquier cosa que desearas. Podías esculpir, pintar, actuar, dibujar, escribir, romper, pegar, crear. Y sin importar qué cosa preferías hacer siempre iba a ser algo único. Las manos de las personas fluían de maneras distintas, se movían al ritmo de canciones diferentes.
De donde yo venía, las escuelas de arte eran algo que se reducía a las personas con dinero, hasta me atrevo a decir que muchas personas entraban con la esperanza rídicula de que las cosas fueran sencillas. Al salir de mi escuela suspiraba cada vez que veía a un estudiante de arte, con sus libretas y sus bolsas llenas de colores. Me sonrojaba. Me avergonzaba de mis libretas con las páginas despegadas y con los bocetos apenas comprensibles. Me sentía pequeña.
Un día, por pura casualidad, un señor mayor llegó a ver mis dibujos, mientras dibujaba personas en un parque. Me ofreció la oportunidad de estudiar arte en serio. Y era algo que quería. Muchas personas nacen con (como dicen muchos) el talento para algo, pero otros lo desarrollaban, lo aprendían. No importa qué tan bueno seas, siempre ibas a necesitar de instrucción.
El hombre era un completo extraño. No le hice caso realmente cuando me hizo su oferta, podía ser un loco que estaba probando su suerte para raptar chicas. Me dio un tarjeta, y lo primero que hice cuando llegué a casa fue abrir mi laptop e investigar sobre el señor. Era famoso, rico, y muy bueno en lo que hacía. Me sentí una aprovechada cuando lo contacté para recordarle de la chica que conoció dibujando en un parque. Pero de esto se trataba todo, de oportunidades. Si dejabas pasar una, podías quedarte esperando toda la vida por la siguiente.
Arreglé todo y me fui. Siempre soñé con irme. Con cambiar de aire. Soñaba con ver nuevas formas, otros colores, más diversidad. Cuando no podía dibujar algo que veía, ya sea porque no tenía mi libreta a mano o porque la había dejado, trazaba mentalmente las curvas y las líneas. Mi mano se movía inconscientemente algunas veces. Era algo que amaba, y que en parte me distraía de las cosas dolorosas y complicadas.
Después de un tiempo, las clases comenzaron. Nuevamente me sentía como un insecto. Habían personas que lucían tan profesionales, con sus materiales último modelo. Poses perfectas, un entendimiento perfecto de todos los términos artísticos. Incluso la manera en la que caminaban gritaba: ¡Mirénme, soy un artista profesional!
Estaba tan enfocada en poder conseguir un cumplido de un profesor o de otro estudiante que no estaba viviendo lo que se suponía que debía hacer. Me estaba ahogando en medio de una tormenta. Lo peor de todo era que no aprendía a nadar. Llegó un punto que en el que no podía soportar sonidos, no soportaba varias voces a la vez, me sentía atrapada, como si quisiera salir de mi propia piel, como si fuera un traje solamente. No quería regresar.
Un día me quedé en un salón después de clases. Nos habían pedido hacer retratos al óleo. Y nada de lo que hacía quedaba bien. Yo sólo dibujaba una y otra vez. La única pintura que había manipulado era la acuarela. A veces las personas piensan que si puedes dibujar, puedes pintar, maquillar, esculpir, y todo lo demás, pero son cosas que, como todo, se aprenden.
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Arte y Luz
Short StoryUna historia sobre una joven artista que empieza a saber qué es la vida, el amor y la enemistad. Cada uno se enamora por razones diferentes. Tal vez te gusta cómo esa persona sonríe. O te agrada porque te hace reír o porque siempre está contigo cuan...